Alfonso Merlos
Justicia y carnaza
Ni escarmiento ni venganza. España, como cualquier democracia avanzada que se distinga por el imperio de la ley, necesita justicia. Y a ser posible, rápida. Porque el circo romano, como el teatro o el anfiteatro, eran instalaciones lúdicas destinadas a divertir al pueblo; como los hipódromos y los estadios griegos. Pero esto es otra cosa.
Aquí no caben los juicios sumarísimos ni los linchamientos. Tampoco a banqueros. Bastante tenemos con la pena de telediario y de letra impresa que, en el fondo, significa una pena de exhibición, como la vieja picota en la que se señalaba a los delincuentes en la Edad Media.
La rebaja de la fianza a Rato y otros directivos por el caso Bankia está justificada. Hablamos de la aplicación de una medida previa a juicio que debe ser racional, razonable y proporcionada. Y en la que, como en la propia aplicación de la ley, no puede caber la desmesura, ni la arbitrariedad, ni cualquier otro criterio que tenga que ver más con la sed de apalear a quienes han podido perpetrar delitos y enriquecerse ilícitamente que con el respeto escrupuloso a los rudimentos de las ciencias jurídicas.
Quienes van camino del banquillo por actuaciones que nunca deberían haber perpetrado merecen un proceso justo. Sin atropellos, sin vísceras, con todas las garantías. Son ciudadanos con todos sus derechos y deberes. Y si no entendemos esto, no entendemos nada.
Pero hay más. Precisamente para acabar con la alarma social que ha generado la gestión de la antigua Caja Madrid debe urgirse a una actuación rápida de los tribunales. Sin que se escapen pruebas. Poniendo todos los medios con los que cuenta el Estado de derecho para que los españoles descansemos. Sin espectáculos. Conociendo durísimas condenas. Si proceden. ¿Estamos?
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