PNV

La bullabesa socialista

La Razón
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El acuerdo de gobierno con el PNV que le permite al PSE volver a tocar poder casi dos décadas después ha sido como una guindilla arrojada en el guiso socialista, una de las que pican a rabiar por mucho que pretendamos mantener la compostura, e inesperada en su resolución como imposible de sacar de la cazuela. El hecho consumado del pacto de Mendia con Urkullu va mucho más allá de un gesto calificado por miembros de la gestora del PSOE de bueno en el fondo pero manifiestamente mejorable en la forma. El acuerdo, que será efectivo con consejeros socialistas en departamentos que sin ser «marías», carecen de calado político en el Gobierno de Ajuria Enea pone de manifiesto una situación en el partido socialista, que, lejos de encontrarse en el umbral del rebote hacia la recuperación, se asemeja una bullabesa, ese plato plagado de ingredientes cuya elaboración es imposible de «deconstruir» una vez iniciada y con reflejo en dos frentes. Uno el de la difícil tarea de pasar página y el otro, el de la esquizofrenia –que no es nueva en el PSOE– a propósito del modelo territorial.

Comenzando por el segundo, resulta que, tras los sesudos cónclaves de Santillana del mar en 2003 y el que daba con la «declaración de Granada» en 2013, la montaña acaba pariendo el ratón de un pacto sellado entre PNV y PSE que abre la puerta a debatir sobre la nación y el derecho a decidir. Lo de Santillana, en la obstinación por abanderar un modelo nuevo de relaciones entre comunidades, derivó en una posición excesivamente ambigua que tuvo reflejo en toda la etapa de Rodríguez Zapatero.

Lo de Granada iba de festejar un federalismo todavía hoy por explicar y que, en contra de la opinión errónea de algunos, no frenaría el caballo desbocado del independentismo catalán, aunque al menos sí ponía pie en pared dejando fuera del texto de conclusiones el debate «plurinacional» y el citado «derecho a decidir», unas conclusiones que habrá que encajar ahora, si es preciso con calzador con la literalidad del acuerdo de gobierno en el país vasco. El pragmatismo del actual PNV de Urkullu –todo hay que decirlo– puede ayudar y mucho a aliviar tensiones.

El otro escenario que nos muestra la bullabesa socialista también a propósito del pacto PNV-PSE es el de la forma. Todavía algunos se deben de estar preguntando por qué Sánchez e incluso Iceta en su «paz armada» con Ferraz podían tener más datos sobre el acuerdo que el presidente de la gestora.

Todo un aviso a navegantes en un contexto en el que Susana Díaz sigue planteándose coger el AVE de última hora a Madrid casi con el vagón en marcha. Tal vez las actuales circunstancias –probadas con el movimiento de la «sanchista» Mendia– requieran de iniciativas más contundentes a la hora de fijar liderazgos en ciernes dentro del partido socialista, sobre todo para evitar papelones como el de aplaudir un pacto del que se tiene conocimiento minutos antes que la Prensa y, por qué no decirlo, para no alimentar el depósito de carburante del coche de Sánchez.