Alfonso Merlos

La duda existencial

No son nervios, ni ansiedad, ni siquiera incertidumbre política. Porque Artur Mas es consciente de que ha sembrado y regado la derrota. La suya y la de su insolidario proyecto. Es el existencialismo en estado puro. Su propia duda metafísica. Porque las próximas elecciones van camino de convertirse en el acontecimiento más trascendental de su vida.

No está satisfecho con la Esquerra. No sabe cómo resolver esa tensión. Le falta la auto-suficiencia que le ha distinguido en otras etapas. Está planchado. Se siente otro. ¿Por qué? Básicamente porque mantiene el contacto con la realidad. Y eso le permite percibir aún que su aventura ha perdido el sentido, que carece de utilidad ya (si alguna vez la tuvo), que no le trae sino quebraderos de cabeza. Pero es imposible llevar el tiempo atrás.

Por mucho que se engole en sus argumentos el decadente presidente de los catalanes, todo es ahora relativo: que la cita con las urnas sea el 27-S o no, que haya lista unitaria o deje de haberla, que se mantenga o que se rompa el pacto con ERC y se use de muleta a otras fuerzas soberanistas dispuestas a cavar trincheras. Lo absoluto es la deriva hacia la nada, la malversación de las energías atentando contra los intereses generales para servir a los delirios particulares. Es el fracaso del noble ejercicio de representar a los demás desde la gestión pública.

Esta lenta agonía hasta la convocatoria a los ciudadanos después del verano significa algo más de lo que en baloncesto se denomina «minutos de la basura». Cataluña no ha terminado de salir de la crisis. Es indigno que los separatistas se dediquen a tocar el violón y prosigan con su estéril ajedrez de la discordia.