Política

Francisco Marhuenda

La España de las reformas

La España de las reformas
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Las naciones necesitan hacer permanentemente reformas porque vivimos en un mundo que cambia a gran velocidad. No se trata de generar una hipertrofia legislativa, sino de establecer un marco legal dinámico que permita que España sea competitiva garantizando, por supuesto, un Estado del Bienestar que sea sostenible. El sentido común nos dice que no se puede gastar alegremente como si viviéramos en un crecimiento constante, ya que las crisis son un elemento característico de la economía. Las espirales de endeudamiento conducen al desastre y es fundamental la búsqueda del equilibrio presupuestario. Un balance de la acción de los gobiernos socialistas en política económica muestra que acostumbran a gastar compulsivamente y que dejan la economía en muy mala situación. Es cierto que manejan los medios de comunicación con una maestría insuperable y que al final su política de propaganda hace que parezca que han sido los protagonistas de todos los avances de la sociedad española. Nada más alejado de la realidad, pero no hay nada como la superficialidad e insistir machaconamente en unos mensajes efectistas.

Los gobiernos de UCD fueron profundamente reformistas y acertaron en la línea para encarrilar la economía española con una acertada búsqueda de consensos en tiempos muy difíciles. Felipe González acertó cuando hizo una política seria y rigurosa, con las durísimas reconversiones industriales, y se enfrentó a los sindicatos. Aznar llegó al Gobierno con una concepción profundamente reformista y su experiencia en la Administración del Estado como inspector de Hacienda, diputado y presidente de la comunidad autónoma de Castilla y León. Zapatero se equivocó al nombrar a Pedro Solbes y luego a Elena Salgado como ministros de Economía, los peores desde la Transición, y al no elegir a un brillante economista como Miguel Sebastián. Solbes y Salgado erraron no sólo en el diagnóstico, sino también en la duración y en las medidas para hacer frente a la crisis. En cambio, acertó cuando puso en marcha reformas, aunque era tarde, para enderezar la economía española y hacer frente al déficit público.

Rajoy ha tenido que afrontar la mayor crisis económica desde la posguerra y lo ha hecho con decisión y, sobre todo, con eficacia. Han sido dos años muy duros, hasta que a finales de 2013 se empezó a ver que las reformas conducían a la recuperación. Los economistas, los políticos y los periodistas que aplaudían fervorosamente la sucesión ininterrumpida de torpezas de Solbes y Salgado ahora no quieren reconocer el pleno éxito de unas medidas tan difíciles como impopulares. El balance de una legislatura se tiene que hacer al final conforme a los datos que arrojen las reformas aplicadas y el grado de recuperación que se alcance. Los medios de comunicación más prestigiosos del mundo, tanto económicos como de información general, reconocen la profunda y positiva transformación de la economía española, que ya no tiene las graves dificultades que mostraba en 2011 y que se agudizaron hasta situarla al borde del rescate en 2012.

Es comprensible que Rajoy hiciera ayer un balance prudente pero optimista sobre la situación actual y las perspectivas de España en lo que resta de legislatura. La oposición ha actuado como es previsible en un periodo preelectoral y ha realizado afirmaciones que provocan estupor. Ahora resulta que la izquierda es la única que conoce la calle. Rajoy ha tenido que tomar decisiones impopulares que le han alejado de una parte de su electorado que está, simple y llanamente, muy cabreado. La presión fiscal roza lo confiscatorio y quedan muchas cosas por hacer, aunque lo esencial para resolver el grave cuadro macroeconómico ya está completado.

El presidente del Gobierno hizo un amplio recorrido, que se completó con las preguntas de los periodistas, sobre la situación actual y las perspectivas futuras en numerosos terrenos como la economía, Cataluña y la unidad de España, la exigencia de que ETA se disuelva, el aborto, el agotamiento de la legislatura y la voluntad de no hacer cambios en el Gobierno, la profunda reforma de la Administración General del Estado, las relaciones con Pedro Sánchez y el PSOE, el cambio en la jefatura del Estado y la brillante actuación de Don Felipe, así como los graves escándalos de corrupción que afectan a nuestro país y que aunque no se han producido recientemente, no por ello son no menos preocupantes. España tiene que seguir en la senda de una profunda regeneración política y la consolidación de un modelo profundamente competitivo en un mundo sin fronteras. Los políticos no sólo tienen que ser eficaces, sino sobre todo ejemplares. Han de ser un espejo para el conjunto de una sociedad que ha sufrido y sufre mucho, que ha sido muy generosa y solidaria, pero que necesita esperanza.