PSOE

La estrategia de la descomposición

La Razón
La RazónLa Razón

Según ha comenzado la campaña, los barones socialistas se han posicionado en dos bandos: los que van a dar la cara y los que van a verlas venir. En el primer bando no hay ninguno. ¿Razones? Pedro Sánchez apenas les ha consultado para el programa de gobierno, apenas para las listas, y ahora se sienten libres de cara al incierto futuro: nuevo partido, nueva estrategia, nuevo secretario general.

En el fondo de este posicionamiento –lo del postureo hay que archivarlo de una vez– hay un fondo de verdad. No pueden participar en una política que es lo más opuesto a lo que el PSOE tradicional ha defendido siempre. Y ellos son de aquel PSOE. Son líderes socialistas, autonómicos, miembros del Comité Federal y, quizá por eso, están hablando más que nunca aunque sin desmarcarse del todo del secretario general. Y hablan de volver al PSOE de siempre, a aquel partido que José Luis Rodríguez Zapatero dinamitó y Pedro Sánchez se empeña en enterrar.

Pero ellos no son sepultureros. Gobiernan en sus comunidades y saben que si no sale el gobierno con Podemos –que no puede salir– ellos también se quedarán en minoría y sólo podrán gobernar con la abstención del PP. Por eso, porque otean un futuro difícil, y porque necesitan tiempo para reorganizarse, reubicarse o reinventarse, defienden esa estrategia por una sola razón: no hay otra. Es verdad que Ciudadanos ha sido una solución para Andalucía, pero aquellas sumas a ellos no les sirven y, quizá en el futuro, aun les sirvan menos. Se abre el tiempo de los que defienden que hay que dejar gobernar al que gane. Eso sí, con control parlamentario férreo y sin que legislen a sus espaldas.

La estrategia no es nueva. Se la ofreció ya Mariano Rajoy tras las anteriores elecciones, pero Pedro Sánchez aun vivía en Babia pensando que iba a ser Presidente del Gobierno con Ciudadanos y Podemos. Las cosas ahora son peores. Pasan a ser terceros y aunque Podemos querrá gobernar con ellos, eso supondría la desaparición del PSOE como alternativa, al menos para las próximas dos décadas. Así las cosas sólo queda abstenerse para que Rajoy sea presidente. Es algo que Pedro Sánchez no hará y, consecuentemente, tendrá que marcharse. Tampoco la negativa al pacto PSOE-Podemos es nueva. Ya se la impusieron estos barones a su secretario general tras las elecciones, y precisamente aquella línea roja es la única que no cruzó en la búsqueda de su investidura.

Pero ¿qué cosas han cambiado para que defiendan ahora la abstención? Pues fundamentalmente una: el compromiso de Sánchez –si llega a La Moncloa– de impulsar un pacto político con Cataluña que reconozca su singularidad. Aquel anuncio recibió la inmediata contestación de Susana Díaz, Fernández Vara y García Page. Por cierto que al presidente de Castilla-La Mancha le tocó esta vez ser el más contundente –la presidenta andaluza y el extremeño ya están muy quemados– y dijo aquello de que esperaban que el secretario general no se pasase por el arco del triunfo la Declaración de Granada. Tampoco puso muchos paños calientes Susana Díaz cuando dijo al secretario general socialista que les tendría enfrente en todo lo que supusiese «romper la igualdad de los españoles». Nada, por tanto, de bilateralidad ni de negociar de igual a igual con una comunidad autónoma. Pero al candidato socialista le entró por un oído y le salió por el otro. Por eso los barones socialistas han cambiado. Y no son moderados por pedir la abstención en la votación de Rajoy. Son más bien estrategas de un partido en descomposición.