Política

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La forzada libertad de «Santi Potros»

La forzada libertad de «Santi Potros»
La forzada libertad de «Santi Potros»larazon

Los treinta y siete muertos cargados a su cuenta, los cuerpos destrozados por la metralla el fatídico día de Hipercor, el luto y el llanto de las familias deberían constituir la condena interior de por vida de este hombre envejecido, a punto de cumplir sesenta y nueve años, de aspecto vulgar, con pelo escaso y encanecido y los ojos hundidos y huidizos, equipado con anorak, que vuelve a pasear libre por las calles de Lasarte, su pueblo, más de cuarenta años después. De ellos, veintiocho pasados en la trena, de más de tres mil que le correspondían, y el resto, huido, organizando atentados. Los enredos de la Justicia han acortado su estancia en la cárcel para indignación de las familias de las víctimas y desconcierto del Gobierno. Santiago Arróspide, conocido por «Santi Potros», está considerado, con razón, uno de los más sanguinarios cabecillas de ETA, una especie de prototipo de la banda. Y no consta que esté arrepentido de nada. A partir de ahora, sus noches en la habitación sobre el río Oria del piso de su hermana Pilar, donde se ha aposentado, deberían estar pobladas de fantasmas, de todos los fantasmas de sus muertos. Ese sería su mayor castigo. De momento se ha encontrado con la indiferencia de los vecinos y con los niños jugando en la calle. Por lo menos no ha habido exaltación popular como ha ocurrido con su compañero de excarcelación y crímenes, Alberto Plazaola, en Oñate. Tanto uno como otro saben que, a pesar de los infundados beneficios penitenciarios, que han reducido su estancia en la cárcel, vuelven derrotados. Pronto se convencerán, cuando pasen los primeros efluvios del txakolí, de que han perdido y que su lucha ha sido inútil. Y a todos toca hoy, aunque haya que retorcer los sentimientos, un esfuerzo de reconciliación. Que no hay otra venganza, como dice Borges, que el olvido. Pero, sin necesidad de acudir al recurso poco recomendable de la venganza y el odio, que siempre degradan al ser humano, sería conveniente que se hiciera justicia, no sólo para mitigar la indignación y aliviar el sufrimiento de las víctimas, sino también para evitar que una injusticia abra el camino a todas las demás. Nunca el Gobierno, tan escrupuloso con la independencia judicial, se había atrevido a decirle a las claras a la sección primera de la Audiencia Nacional: ¡no es esto, no es esto! La polémica excarcelación forzada antes de tiempo de estos dos dirigentes etarras, con condenas milenarias y que aún tienen las manos cubiertas de sangre, no beneficia a la Justicia ni favorece a la dignidad humana, pisoteada por el recuerdo imborrable de sus crímenes. Vuelva a la cárcel o siga paseando por las calles de Lasarte y cenando en la «herriko taberna», estoy convencido de que «Santi Potros» no conseguirá ya nunca más ser verdaderamente libre. Ésa será su penitencia.