Olimpismo

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Mariano Rajoy, Íñigo Méndez de Vigo y José Ramón Lete, en la gala del Comité Olímpico Español, al lado de Alejandro Blanco. Su presencia es mucho más que un guiño hacia el presidente del COE. Que reine la paz donde nunca debió estallar la guerra. Los vientos que soplan ahora desde el CSD van limpiando poco a poco la atmósfera que contaminó el empecinamiento de unos y la intransigencia de otros. La factura de Río’2016, en las cifras de Londres’2012, con el relevo en la Secretaría de Estado será abonada tal cual, sin rebajas, sin rencillas, sin sorpresas de última hora. Cobrarán las becas los olímpicos, como ya las han percibido los paralímpicos, y el nudo de la economía de guerra aflojará en el cuello de la tesorería del Comité.

Lo que une Rajoy que no lo desaten sus hombres, de ahí la buena disposición de todas las partes para que el deporte español respire mejor en un clima más sano. El acuerdo de paz entre el CSD y la Federación Española de Fútbol está ya en un borrador y no tardarán los responsables en asumirlo. A Villar le van a permitir que abra las urnas, entre marzo y abril –será un proceso largo–, con el reglamento de otras federaciones y él dejará de enrocarse.

Va a ser un convenio «fifty fifty», al cincuenta por ciento de lo que unos y otros exigían cuando en el aire se cruzaban denuncias, amenazas, dagas y reticencias. La sintonía entre el CSD, el COE y las federaciones sólo puede repercutir positivamente en el deporte español, que con la crisis buscó al patrocinador y arrinconó o expulsó a los directivos despilfarradores. Que las federaciones «se busquen la vida», sí; pero que «papá Estado» aumente los recursos. No hay mejor foto que la del deportista capaz.