Martín Prieto

La gran migración

La Razón
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Un subdesarrollo crónico, secular, la coexistencia en el tiempo de dictaduras y movimientos revolucionarios integristas, la infiltración del salafismo que viene de la noche de los tiempos, y, paradójicamente, la televisión, han convertido la orilla oriental del Mediterráneo en el hombre enfermo de Europa, como en su día se definió al Imperio Otomano. Al menos hasta la caída de Roma el «Marnuestro» pertenecía a la grecolatinidad y África propiamente dicha comenzaba tras el Sahel, y todo lo que ocurría en la acera de enfrente acababa siendo un problema europeo. Esta migración desesperada sobre Grecia e Italia viene de lejos, del goteo de las pateras o de la escalada de la valla de Melilla. Un plan de desarrollo para el Magreb, financiado por la UE, estuvo sobre la mesa y durmió el sueño de los justos por coste inasumible. La «Primavera Árabe» nos encandiló como a escolares y dimos en creer que la sustitución de autocracias amistosas con Occidente por sistemas maquilladamente democráticos traería estabilidad y progreso a esos pueblos. La interminable guerra civil de Siria ha implosionado la larga travesía hacia Lesbos o Lampedusa. Huyen de su destrucción física pero no hacía otros países musulmanes, sino en procura del mito televisado europeo. Cualquiera que haya visitado a nuestros vecinos de enfrente se habrá sorprendido de que siguen las ligas europeas de fútbol con más interés que nosotros y que de chamizos inhabitables emerge como un periscopio una antena parabólica. Creen que Europa, principalmente Alemania, es el paraíso de Alá, crecido en la Tierra, desconociendo las dificultades políticas y financieras de este haraposo club de ricos. Los biempensantes propugnan que esta pleamar de millones de otra cultura, otra religión, otra lengua, hay que dejarla pasar propiciando habitación, empleo, escuela y asistencia integral, social y sanitaria. Eso costaría un dinero que no lo tiene Grecia, ni siquiera Polonia. Países musulmanes de referencia como Arabia Saudí, los Emiratos, Indonesia miran hacia otro lado ante el sufrimiento de sus hermanos en la fe y no aportan un barril de petróleo barato para aliviar a los emigrantes de las aguas. Han olvidado que lo más entendible del Corán obliga a la caridad, tanto como el Nuevo Testamento. El Plan del general Marshall levantó Europa de sus escombros y también fue muy rentable para los negocios estadounidenses. Esta gran migración ya no es un asunto estrictamente europeo.