Julián Cabrera

La hora de retratarse

La Razón
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Llevamos meses escuchando el mantra de que la «vieja política» está en retirada, de que una nueva hornada de dirigentes llegaría al Parlamento para impulsar métodos más cercanos, más limpios, más éticos y más ligados a la realidad social actual. El domingo, algunos de esos dirigentes que se arrogaban el marchamo de la «nueva política» lograban una más que significativa presencia en el futuro Parlamento encabezando a sus respectivas formaciones, tanto Iglesias con Podemos y sus franquicias, como Rivera con Ciudadanos y hasta el propio Sánchez que, aun liderando un partido «tradicional», llegaba con la vitola de nueva cara no ligada al pasado. Pues bien, ahora toca demostrar si hay capacidad para sumar a esas virtudes achacadas a los legítimamente recién llegados la de la responsabilidad, el sentido de Estado y eso que llaman «altura de miras».

Sánchez, Iglesias y Rivera tienen una primerísima prueba del algodón a la que evidentemente tampoco escapa el propio Rajoy como líder de la formación ganadora y, a priori, señalada para intentar formar gobierno. Ahora es cuando toca retratarse a propósito de las excelencias de la «nueva política», entre otras cosas porque no sólo esa Bruselas en la que situamos el referente de lo que opina y hace la Unión Europea, sino los mercados y cualquiera que busca ubicarse y arriesgar allá donde hay garantías de estabilidad institucional, miran a España en estos días con inusitada expectación y muy atentos a la manera en que los políticos que hemos votado son capaces de renunciar a intereses partidistas y a estrategias de supervivencia para facilitar un mínimo marco de gobernabilidad.

No se trata, como algunos pretenden hacer ver desde su particular trinchera, de contentar a Bruselas, a Berlín, a la City londinense o a «los del Ibex», se trata ni más ni menos que de garantizar algo tan directamente ligado a los intereses del ciudadano de a pie como la solvencia del país.

Tampoco hay que engañarse a la hora de contemplar un futuro ejecutivo apoyado en una precaria mayoría minoritaria. Seamos claros, con el nuevo dibujo parlamentario en la mano es difícilmente viable tanto un gobierno de más de una docena de formaciones de izquierda –por mucho empecinamiento que haya en «matar» a Rajoy– como uno del PP en solitario si no recibe un claro apoyo de mínimos para la legislatura y para defender las grandes reformas –la laboral debiera ya de una vez dejar de ser arma arrojadiza–impulsadas en los últimos años. Que el foco se sitúe en esta fase inicial en la consecución de la investidura no debe tapar lo realmente prioritario que es pactar, pactar y pactar, no para arrojar a nadie a la cuneta, sino para demostrar que lo de la «nueva manera de hacer política» iba en serio. De ello dependerá y mucho la forma de retratarse ahora de Rivera y sobre todo de Sánchez. No es por los muchos ojos que nos miran, sino porque no merecemos que quienes coinciden en las grandes cuestiones de Estado al menos no lo intenten.