Bruselas
La hora de Torrent
El flamante presidente del Parlamento catalán sigue convertido en el gran equilibrista. Su primer discurso con los violines sonando tenía aire de vuelta a la normalidad a la que tanto apelaba... gustó al público crítico y al suyo un poco menos. Así lleva días con los ecos tratando de estirar esa realidad imposible de la investidura de Puigdemont. Lo de su visita a Bruselas ha sido otra artimaña para ganar tiempo. Sus palabras después de la reunión son un «tantarantán que te han visto Pepe, tantarantán que te han visto Juan»... No dice nada porque está esperando al día de la fiesta para quemar los cartuchos y a la espera evitar el compromiso. Solo así puede entenderse esta declaración: «Nuestra voluntad es afrontar el debate de investidura con normalidad democrática. El president tiene todos los derechos a ser investido, es hoy candidato a este debate y no ha descartado la posibilidad de asistir. Nuestra obligación es respetar los mandatos democráticos de la ciudadanía. Hay que respetar los mandatos surgidos de las urnas y de la mayoría parlamentaria que hoy quiere investir a Puigdemont». Estamos en el tiempo político de ver quién aguanta más sin reírse. ERC no quiere ser la primera que salte antes de que se despeñe la furgoneta. Estamos en el tiempo en el que la Mesa no se moja a la espera de preparar una sesión de «investidura de coña». Una sesión condenada a la ilegalidad previo recurso ante el Constitucional. Esa es la oportunidad de los republicanos. Hacer una sesión de mentira y con mentiras para deshacerse de Puigdemont y luego, en plazo, antes del 31 tratar de colar una buena con un candidato o una candidata sin cuitas con la justicia. A cambio quizá tengan que renunciar al Plan B, a Junqueras. La fecha límite es el 31 de enero, hay tiempo. Mientras tanto siguen las negociaciones para repartir el Gobierno en dos mitades perfectas entre los «puigdemones» y los de ERC y volver a un programa de gobierno en el que se mantenga el que, pero se pierda el cuando; queremos ser independientes, pero hemos abandonado la prisa. Enfrente, en estado de guardia permanente, el Consejo de Estado, el Constitucional y el Gobierno dispuestos a acelerar plazos y procesos para evitar que el fugado se ría a carcajada del Estado español. Una cosa es que se pase el día echando mierda desde Bruselas y otra que lo haga desde una tribuna institucional.
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