Luis Alejandre
La ignorancia del Cristianismo
Titulé mi tribuna anterior «La ignorancia del Islam» apoyado en las tesis y reflexiones de una profunda pensadora cristiana, Karen Armstrong, que yo relacionaba preocupado con la situación de Iraq, Siria y Libia donde la presencia de los brigadistas agrupados en torno del EI, constituyen una indiscutiblemente amenaza a la paz mundial que no sabemos como terminará. Buscaba el perfil de estas personas, su procedencia y las razones que les impulsaban a enrolarse. Y concluía, de acuerdo con Armstrong, que no era sólo una interpretación de su religión la causa. No huía de las responsabilidades nuestras y mostraba mi preocupación por el futuro.
Entrar en una reflexión de este tipo, entraña riesgos. Quien escribe, no sabe si ha acertado o se ha equivocado exponiéndolo, a la vista de las reacciones de sus lectores. Sí puedo asegurar que lo escrito nacía de un enorme respeto no sólo a la autora inglesa, sino a cuantas manifestaciones religiosas pueblan nuestro mundo.
No obstante, a lo largo de las reflexiones, me perseguía una idea: ¿Sólo ignorancia del Islam? ¿O vivimos también tiempos de ignorancia y ausencia del Cristianismo? Sin generalizar , yo diria que sí. Aun admitiendo que las iglesias cristianas están haciendo un enorme esfuerzo en forma de compromisos sociales, transparecias de gestión, limpieza de conductas y claro compromiso con los más necesitados, tambien es cierto que determinados sectores cristianos han contribuido a que la crisis haya sido más cruel y hecho más daño a parte de nuestra sociedad, bien desviando fondos a paraísos fiscales, bien asegurándose primas millonarias cuando liquidaban cajas de ahorro arruinadas, bien remisos a invertir o a arriesgar creando más empleo, bien pagando en negro y a la baja aprovechando necesidades perentorias –vitales en algún caso– de otros seres humanos. Incluso partidas que iban asignadas a paises hermanos –tengo un enorme afecto por el pueblo de Nicaragua– han sido desviadas a cuentas propias.
¿Dónde están las Tablas de la Ley y los Mandamientos? ¿Dónde el mensaje de Cristo? ¿Se justifica la corrupción en algún pasaje evangélico? ¿Dónde una ética y una moral sobre la que cimentamos nuestra cultura y civilización?
¿Quién es más reo, un joven de 19 años en paro, que parte para el frente sirio como brigadista, arropado por una especial bandera del Islam o un cristino que teniéndolo todo, deja a no sé cuantas familias sin sus ahorros conseguidos con esfuerzo o desvalija una caja de ahorros dejando un rastro de paro frustración, obligando al rescate público? ¿Cómo se sienten mis sensatos amigos catalanes, cuando su referente político, su guía de más de veinte años al frente de su Govern, les declara forzado, todo lo que han sido estos años para él y para su familia. ¿En quién más podrán creer? ¿Nos extraña ahora que con otros tintes, una parte de la sociedad haya buscado el aliento del marxismo? ¿Porqué? Simplemente por rellenar la falta de valores del cristianismo, prostituidos por otra parte minoritaria de nuestra sociedad, precisamente en muchos sentidos, la más favorecida.
Por supuesto no faltan estos valores en otros estratos. Basta visitar un comedor de Caritas o las colas en una casa parroquial. Y esto es lo que se ve. Estoy seguro que hay mucha más labor callada y eficaz debajo de estas manifestaciones. Como estoy seguro que se repiten en el mundo del Islam, del Judaísmo o del Budismo.
Recuerdo una frase que repetía uno de mis más queridos jefes, el general, Pepe Faura, cuando alguien fallaba: «Cristo eligió a doce; uno le traicionó; otro le negó tres veces». Por supuesto. Todos llevamos en la mochila errores y negaciones. Pero difícilmente acarrean las consecuencias sociales que hoy vivimos. Porque falla un modelo de vida en el que el tener y el poder valen mucho más que el ser; donde el descaro o el escándalo con ostentación mediática borran valores como la responsabilidad , el sacrificio, el patriotismo, la honradez, la palabra dada o el honor.
¿Qué hubiera sido del cristianismo sin un sentido del honor? ¿Se rigen los cánones de nuestra vida por estos sentimientos , o lo que priva es desbancar al amigo si es preciso, para ascender, se confunde la lealtad con la sumisión o no se compromete uno con nada y con nadie? ¿Y quienes abusan de menores valiéndose del prestigio moral de una institución que ha sido, es y será mártir defendiendo unos valores, son mejores que los brigadistas de Siria?
Me pierdo, querido lector entre este mar de ausencias, que no sé si son ignorancias. Y me pierdo porque veo que quienes intentan rellenarlas, lo hacen de la mano de esta «página mal arrancada y leída con ira, del libro del Evangelio» que es el marxismo.
Y, amigo de la Historia, sé a dónde llegan los pueblos de la mano del marxismo. ¡Claro que estoy preocupado!
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