Manuel Coma

La libertad y sus enemigos

Como el atentado de París no nos ha aportado nada nuevo sobre la tecnología terrorista, los comentarios se han volcado sobre la teoría y práctica de la libertad, enjundioso tema de filosofía moral, jurídica, política y mucho más, al que pensadores y sabios han dedicado vidas enteras durante generaciones, pero sobre el que todos los humanos tenemos firmes ideas, sin necesidad de grandes estudios ni reflexiones. Lo que ha prevalecido en esta época de relativismos es el carácter absoluto de la libertad, sin compromisos ni restricciones, en contra de toda la experiencia de la humanidad, pero como coronación, al menos retórica, de todo un proceso histórico de conquista y afirmación.

No ha sido el momento de recordar eso de que mi libertad –y mis derechos– terminan donde empiezan los del vecino ni plantearse si es posible abusar de la libertad, como de cualquier cosa buena. Menos todavía de preguntárselo de los autores de «Charlie Hebdo», a cuyo director, que gallardamente proclamaba preferir morir de pie a vivir de rodillas, se le aplica plenamente eso de que «una bella morte onora tutta una vita». Pero ese absolutismo no elude el carácter obvio de otra vieja afirmación: sin seguridad no hay libertad. La primera no debe ahogar la segunda, pero es condición sine qua non, y cuando verdaderamente no se da, el plebiscito popular a su favor es verdaderamente, incluso a veces preocupantemente, abrumador.

La realidad es que los atentados no apuntan directamente a la libertad. De manera genérica, es una de las características que aborrecen los occidentalofóbicos y por tanto que atacan en sus masacres. En el caso actual, parece que de forma más directa pero los terroristas parisinos hicieron muy explícita su motivación: vengar a su Profeta. Se les da una higa los insultos y provocaciones contra cristianismo, judaísmo o cualquier otra religión de infieles. El mensaje es: peligro de muerte si tocan la mía. Parece que sólo vemos una puñalada a la libertad si son vidas nuestras las concernidas, importa poco la de nigerianos y la subyugación o la laminación de comunidades cristianas y otras en Oriente Medio.

Afortunadamente, el endurecimiento de las medidas legales que potencian la actuación de policías y jueces en la lucha contra los crímenes de los fanáticos no ha podido ser acusado de recortar libertades. A pesar de todos los denuestos contra la Patriot Act de Bush, Obama la ha mantenido, ha sido eficaz y los americanos igual de libres. Sólo se debe contener la libertad de los enemigos que sean violentos de la libertad.