Baloncesto
La medalla
El gangster «Uno» preguntó al camarero, que no apartaba la vista del vaso que estaba abrillantando, si conocía a fulano de tal; recibió un «no» por respuesta. El gangster «Dos» no lo escuchó e inquirió al compañero, «¿qué ha dicho?». «Ha dicho que no». Y el «Dos» sentenció: «Se nota que es un gran orador». Ava Gardner y Burt Lancaster fueron menos explícitos en «Forajidos». A veces sobran las palabras; en ocasiones, mejor no extenderse, que la retórica es traicionera, y en otras los hechos son los que hablan, o el rumor de una noticia. Frank Sinatra escuchó que el «Animal más bello del mundo», la Gardner, hacía ojitos, por lo menos, con Mario Cabré en España y le faltó tiempo para emprender el viaje desde Estados Unidos y apagar un fuego, sin duda provocado, que empezaba a adquirir considerables dimensiones. El gesto enamorado de «La Voz» y su capacidad oratoria convencieron a la diva de que en Hollywood se sufre menos que en cualquier plaza de toros.
Hechos y palabras. La Selección sub’21 convence a todo el mundo con los primeros y no necesita adornarse con las segundas para demostrar sus posibilidades reales. Absolutas. Ni Celades ni sus pupilos tienen que recurrir a la declaración de principios para demostrar su categoría. Apuntan a campeones. Ni ellos ni las chicas de Lucas Mondelo alardean ni de ilusiones ni de medallas. El baloncesto femenino español es potencia mundial. Esta Selección no cerró el libro con la retirada de Amaya Valdemoro y Elisa Aguilar. Laia Palau, Laura Nicholls o Anna Cruz son tan buenas que no renuncian al oro. La presea resulta derecho adquirido.
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