José María Marco

La nueva política

La Razón
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Lo ocurrido en Grecia en las últimas dos semanas ha sido un ejercicio perfecto de populismo. Alexis Tsipras convocó un plebiscito para reafirmar su posición de liderazgo por encima de cualquier institución intermedia, algo que consiguió de sobra. A partir de ahí, ha podido hacer lo que le venía en gana. O bien salir del euro, que le situaba a él mismo entre los parias del mundo desarrollado, o bien aceptar las condiciones de los representantes del resto de la eurozona, que era lo más previsible y al final ha acabado ocurriendo. Decir que Grecia ha capitulado o que el Gobierno griego no ha cumplido lo que los griegos le señalaron es no comprender lo ocurrido, que tiene poco que ver con las realidades sociales, aún menos con las económicas y sí, en cambio, con un ejercicio del poder que el populismo califica de supremamente democrático. El pueblo habló, el caudillo quedó investido de esa palabra y a partir de ahí... cualquier cosa, incluido el final de la Unión Europea, que es lo que ha estado en juego estos días.

Lo importante era la comunión popular, la expresión de la suprema dignidad política. Por eso nuestros compañeros politólogos pueden decir que lo principal se ha salvado. Que luego se haga algo muy distinto, da igual. Tampoco tiene mucha importancia que la convocatoria del plebiscito acabara con el último resto de confianza que quedaba a los socios de la eurozona y dificultara al máximo cualquier posible acuerdo. Más aún, si Tsipras es lo bastante inteligente, o al menos igual de cínico que Felipe González en su tiempo, cuando el plebiscito de la OTAN, podrá acabar afirmando que él sólo había pedido el No para decir Sí. Y tal vez encuentre un coro de apologistas para aplaudirle.

El pueblo griego habrá tenido en toda la función un papel subordinado a los intereses y a las fantasías de Tsipras y sus colegas. Han jugado con ellos sin la menor compasión, han acabado aceptando peores condiciones y han llevado a su país y al conjunto de la eurozona, es decir al proyecto de la Europa unida, al borde del desastre para asegurarse una posición de fuerza. De paso, hemos aprendido que los nuevos populistas se parecen mucho a los antiguos y se consideran autorizados para hacer lo contrario de lo que anunciaron. Es lo que ahora se llama la nueva política, aquello contra lo que se sigue construyendo una Unión Europea que sale reforzada de la crisis. Para eso está, justamente.