Martín Prieto

La precampaña

La Razón
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La precampaña por las candidaturas para suceder a Obama, con postulantes demócratas y republicanos enzarzados en debates múltiples televisados, sólo interesan por las extravagancias y exabruptos del millonario Donald Trump por el partido del elefante. La agitación electoral es necesaria e inevitable pero su prolongación puede confundir al electorado más de lo que le ilustra. En una reciente encuesta al recoger el recuerdo de voto un 11% de indagados aseguró haber votado por Podemos en las últimas elecciones. Todos los partidos están en permanente campaña, como debe ser, y en vísperas electorales esto de las precampañas suena como el atrio de un prólogo del preámbulo de un exordio: un cierto abuso de la ciudadanía expectante. Joe Mc Guinis cubrió para el «The New York Times» la campaña Nixon-Kennedy (en la que nació el debate televisivo) y escribió «Cómo se fabrica un Presidente», un clásico de la literatura electoral. Es cierto que Nixon aparecía patibulario con la cara oscurecida por los cañones de la barba mal afeitada, pero su intervención fue sólida. Muchos años después tuve ocasión de hablar unos minutos con él e iba pintado como una puerta con el rostro emplastado de maquillaje. Me explicaron: «No importa que le vean así cincuenta personas sino los que le van a ver por televisión». Una de las leyendas sobre Kennedy es que mantuvo relaciones sexuales antes de acceder al plató para estar más fresco, lo que es una redundancia porque era un erotómano. Aquel debate quedó en tablas y Kennedy ganó la elección por muy pocos puntos y el Estado de Illinois puesto a su disposición por su padre y los amigos de la mafia de Chicago. En nuestros múltiples predebates televisados los jóvenes catecúmenos parecen teloneros alargando el tiempo ante la estrella que no llega. Eso no perjudica a Rajoy, y le sería letal meterse en el jardín de una confrontación con cuatro como el general con los furrieles. Todos se dedicarían a hacerle sudar con argumentos o demagogias y quedaría como Nixon o como un boxeador atado de pies y manos a merced de un niño con motosierra. A Pedro Sánchez se le advierte el mareo de esta navegación que le ha llegado demasiado pronto. Pablo Iglesias se equivoca citando presuntuosamente a Kant y ha sustituido la indignación por el cansancio y el tedio vital. Garzón y Herzog aparecen como dos huerfanitos de Dickens. Si tras el bipartidismo viene esta tropa no nos salva ni la Paz ni la Caridad.