Restringido
La prudencia de Rajoy
No sé si, como dice Sófocles, la prudencia es la base de la felicidad. O la única fortuna, según Gracián. En política la prudencia es la virtud de los fuertes y combina bien con la astucia. Sobre todo cuando se trata de mantener el poder. En ese caso hay que andar con pies de plomo, procurando no aventurarse en territorios desconocidos, a donde tratarán de empujarte los impetuosos adversarios, que no tienen nada que perder. Para ellos y sus animadores mediáticos, cuanto más ruido, mejor. Me parece que esta obviedad es la que explica las cautelas del presidente Rajoy, a menos de un mes para las elecciones, evitando aventuras militares improvisadas en África o debates arriesgados. Ya habrá tiempo de ayudar a Francia cuando acabe la campaña. Total son cuatro días. Sabe que cualquier error llamativo de aquí al 20-D puede convertirse en un tropezón imperdonable y quebrar el sentido favorable de las encuestas. En este caso, el mejor ataque es una buena defensa, aunque la defensa estática pueda parecer inmovilidad.
Por ahí le atacan al prudente y astuto gallego. Para un gobernante, nada más lejos de la prudencia que no hacer nada. Aunque no siempre esto daña irreparablemente su prestigio. Ahí está el ejemplo de Tierno Galván aclamado por el pueblo como alcalde de Madrid y que se pasaba las tardes leyendo a Apollinaire en su despacho. El gallego Rajoy prefiere, para mantener la posición en la defensa, no aventurarse con salidas arriesgadas. Hace bien, aunque le acusen de ocupar el tiempo libre viendo fútbol en la Cope, corriendo en cinta estática, viendo en televisión los partidos del Real Madrid –algún defecto tenía que tener– y desayunándose con el «Marca», un periódico netamente madridista, como se sabe, que los del Atlético aborrecemos. Me imagino que, como buenos atléticos, el Rey Felipe y Pedro Sánchez también preferirán, como yo, el periódico de la competencia, aunque por razones de prudencia nunca lo confesarán. Bastante tiene hoy el dirigente socialista, sin ir más lejos, con averiguar qué hacían el otro día Tomás Gómez y José Luis R. Zapatero comiendo hamburguesas y tarta de chocolate con jóvenes socialistas en el reservado de un restaurante madrileño. Aquí todo el mundo anda con cautela, pisando sobre la alfombra de la prudencia, y, quien más quien menos, Rajoy incluido, todos están pensando ya en el 21 de diciembre y tomando posiciones.
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