Tenis

Alfonso Ussía

La rana

La Razón
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Es deporte norteño. En muchas de las grandes casas, caseríos, palaciones, y pazos de la lengua verde de España, se juega a la rana. También lo he practicado en Jerez y el Puerto, y mi estilo felino en el lanzamiento de la chapa de hierro a la boca semiabierta del batracio, también ha originado suspiros y ovaciones en el más bello lugar de Sierra Morena. Para ser un gran campeón de la rana es fundamental coordinar la fuerza con la pericia. Me río de los entrenamientos de los futbolistas. Durante los años en los que figuré como número uno del «ranking» de Europa Occidental, invertía diariamente seis horas en entrenarme. Dos horas de carrera –en aquellos tiempos se le decía «footing»–, dos horas de gimnasio y dos horas de lanzamientos desde diferentes distancias. El campeonato de rana más tradicional, prestigioso y competido del norte de España se disputaba en Cantabria en la bolera de los condes de Labarces. Soy el único que ganó dos ediciones, quedé subcampeón en tres y subí al podio en el tercer peldaño en cuatro ocasiones. Viví cómodamente veinte años gracias a las ganancias obtenidas en las competiciones de rana, y siempre me opuse a recibir dinero de las marcas de ropa deportiva por llevar sus novedades. En la uniformidad para disputar campeonatos oficiales de rana se exige el polo azul marino y pantalones largos con vuelta en los tobillos. Zapatos azules con cordones marrones y calcetines oscuros. Las mujeres pueden optar por los pantalones azules –sin vueltas–, o faldas plisadas cuyos bordes alcancen el principio de las rodillas. La duquesa de Piles fue castigada durante tres años sin competir por presentarse al campeonato mundial de rana que se celebró en la Torre de Satrústegui en Igueldo con unos brevísimos «shorts» adquiridos previamente en Biarritz. No obstante, en campeonatos privados se permite toda suerte de equipaciones, y es justo reconocer a la duquesa de Piles (Q.S.G.H.) el coraje y la valentía de su indumentaria, que fue ácidamente criticada por el entonces Obispo de San Sebastián, monseñor Patricio Arrancudiaga, también fallecido.

Se habla del tenis, del croquet, de las canicas sobre grava, y del juego del clavo en la playa, pero ninguno exige la preparación física que demanda la alta competición de rana. La extraordinaria jugadora comillana de raíces palentinas Piedad Villacastín, desdeñó los entrenamientos en los días previos a la disputa del «Condes de Labarces», y falló estrepitosamente. En su cuarto lanzamiento, su chapa no sólo se desvió varios metros del gran cajón que preside el batracio, sino que impactó en la cabeza de la jugadora Verónica Mitjans, a la que causó una herida que precisó de seis puntos de sutura. Porque la rana es un deporte de alto riesgo, en el que está reglamentado hasta el uso del lenguaje correcto. Una palabra malsonante se sanciona con un punto, si alcanza la consideración de taco, el castigo es de dos puntos, y si el taco roza o supera el nivel de la blasfemia, el jugador es automáticamente expulsado de la competición. El gran campeón vasco, Luis Ignacio Arocena, perdió los estribos de la contención verbal, y al fallar un lanzamiento a molinete exclamó «¡Que les den a todos los rusos!», lo cual se consideró inadmisible y fue sancionado a perpetuidad.

La competición de rana se suspende con la lluvia. El hierro del batracio se oxida. Se puede jugar con carácter individual o por parejas, siempre que no exista en el segundo caso parentesco familiar cercano entre los competidores. La misma condesa de Labarces, que tanto ha hecho por el deporte de la rana en el norte de España, ocultó que su compañera de equipo, María Melilla, era su sobrina en primer grado. Resultó harto doloroso expulsarlas de su propio campeonato, lo que originó la suspensión definitiva del mismo por decisión del conde de Labarces, que también perdió los papeles. Se pasó tres pueblos en sus protestas al juez-árbitro, que casualmente era yo.

Los jugadores de rana carecemos de apoyos oficiales. Cada año, cuando el Rey premia a los grandes deportistas españoles que han triunfado en el curso previo, jamás ha sido convocado el campeón de España de rana, título que actualmente está en manos de quien esto escribe. ¿Por qué se considera más meritorio vencer en Wimbledon, o en Augusta, o en balonmano que triunfar en la rana? La Zarzuela está obligada a responder. Y dejo de escribir, que tengo entrenamiento. Hoy, siete abdominales y un tramo de carrera de dos kilómetros cuesta abajo.

La nación que no reconoce a sus campeones de rana, termina mal, como sabiamente apuntó el jugador retirado por su avanzada edad y mediocre puntería, Eduardo Goicoechea, industrial de la mojama. Los deportes merecen un reconocimiento sin agravios comparativos. ¡Joé!