Real Madrid
La tercera y la vencida
Dos veces lo ha intentado el Atlético y ha sucumbido víctima de la suerte perra. Aquel gol de Schwarzenbeck, día de San Isidro del 74, o aquel otro de Sergio Ramos, 24 de mayo de 2014, bloquearon su acceso a la Historia en el estertor del partido. Llegó tan lejos para nada. «¿Quién se acuerda del segundo?», reflexionaba amargamente Ángel Arroyo cuando terminó el Tour de 1983 detrás de Laurent Fignon. Sólo un segundón como Raymond Poulidor, escrito con todo el respeto que merece un colosal deportista como él, que ganó la Vuelta, forjó su leyenda en los escalones bajos del podio francés. Anquetil, Gimondi y Merckx le relegaron a la segunda plaza; sin embargo, el público le profesó más cariño que a cualquiera de sus vencedores.
Entrañable «Pou Pou». Pero es que el Atlético no quiere ser entrañable sino el triunfador, objetivo que se impuso Simeone desde que ganó la Liga. El Madrid, rival y vecino, jugó 13 finales y ganó diez. ¡Diez veces campeón de Europa!, hazaña tras hazaña hasta fraguar lo que, en su caso, parece una tradición y todavía es más de admirar. Encomiable y portentoso. Quizá por esa acumulación de riqueza, o porque el Atleti acude a la tercera con esa fe que mueve montañas, pensando como piensa Guardiola que la victoria en Milán le hará eterno, un amplio sector del madridismo no dejaría de cenar por la Primera rojiblanca. No es condescendencia, o no lo parece. O tal vez es que la cita del sábado se les antoja más complicada que la anterior. O que, sencillamente, el Atlético se merece una Copa de Europa. Y está a su alcance porque, como dice Stephen Hawking, «incluso la gente que afirma que no podemos hacer nada para cambiar nuestro destino, mira antes de cruzar la calle».
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