Gonzalo Alonso
Crítica/ Larga vida a «La vida breve»
Posiblemente la ópera española por excelencia sea «La vida breve» de Falla, a pesar de su brevedad. Desde luego es la que más recorrido internacional ha tenido, siendo muy numerosas sus interpretaciones en ópera o concierto más allá de nuestras fronteras y gran parte de ello se debe al esfuerzo personal de Frühbeck de Burgos, incansable defensor de la partitura.
Sin embargo bien puede afirmarse que no ha existido una producción de auténtica talla hasta hace bien poco o, al menos, que la mejor de todas ellas se realizó hace tres años en el Palau de les Arts valenciano, reponiéndose la pasada temporada y editándose ahora en DVD. El Teatro Real, reconociendo un compromiso histórico, la programó para su reapertura el 11 de octubre de 1997 junto a «El sombrero de tres picos», pareja poco afortunada ya que habría tenido encaje más afortunado con «El amor brujo». No fue ni mucho menos el mejor trabajo de Francisco Nieva y se perdió la oportunidad de contar con una producción representativa.
En Valencia se conjugaron dos factores determinantes que harán pasar a la historia el DVD recientemente publicado: la puesta en escena de Giancarlo del Monaco y la dirección musical de Lorin Maazel. Dos enormes paredes que se abren en el centro para, entre humos, enseñar realidades y sueños de una Salud que delira en una atormentada pesadilla la historia de Fernández Shaw bajo unos oprimentes tonos rojizos. Celos, pasión y muerte son ejes fundamentales en el fondo y el citado color en la forma. Puesta en escena muy conceptual, inteligente con cuadros bellísimos, perfectamente integrados dentro del más puro teatro. La escenografía del italiano –ha tenido que venir un italiano a enseñarnos la obra– resalta lo abstracto de la ópera prescindiendo de casi todo su folclorismo, aunque sin que se perjudique su ambiente español, muy patente en la escena de la Semana Santa.
Una regia tan conceptual precisaba una dirección orquestal fuera de toda rutina y tradición. Aquí encajaron los amplios tempos de Maazel, perfectamente coordinados con la escena y capaces de crear contrastes únicos, que llegaban a poner la carne de gallina. El maestro realizó un gran esfuerzo y logró una de sus mejores lecturas líricas, redescubriendo con nuevas luces dramáticas y trascendentes la música de Falla. A ello se añade la excelencia de los cuerpos estables del teatro y la muy adecuada interpretación vocal y teatral de los intérpretes.Un hito que debe ser reseñado.
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