Cristina López Schlichting

Las campanas de Nínive

Siempre hubo campanas a orillas del Tigris, ahora han enmudecido. En la primera expansión del cristianismo, nacieron las iglesias de ciudades como Qaraqosh o Alqosh, mucho antes de que Occidente captase la Buena Noticia. Pero en el siglo XXI, los tañidos de las espadañas de Mosul, frente a Nínive, ya no se oyen. Los templos se han convertido en almacenes, los fieles han huido hostigados por el Estado Islámico. De los 33 millones de habitantes de Irak, 1,6 eran cristianos: apenas quedan 200.000 en el país. Mosul, la gran capital del norte, está desierta de ellos. Los han asesinado, masacrado, torturado, no hay familia sin su mártir. 120.000 se hacinan en Erbil, en Kurdistán, donde la sombra de Turquía y cierto poder de la Alianza Atlántica los protege aún del exterminio. El arzobispo Nona, patriarca de Mosul, ha abandonado la sede tras sus ovejas y las pastorea por los campos kurdos de refugiados, las casas de 60 metros cuadrados donde se amontonan tres familias. Médicos, abogados, empresarios, hacen cola en chándal para recibir raciones de agua o alimento, porque no han querido apostatar. Sus casas y parroquias están requisadas y marcadas por los islamistas asesinos con la letra «nun», que significa «nazareno». Es el final de la presencia cristiana en la antigua Asiria, que no es sólo un inmenso drama humano, una sentina de sufrimiento, sino también el signo de nuestra humillación cultural frente a las decenas de miles de jóvenes enloquecidos que se van sumando al IS. Acaban con una tradición de dos mil años, con monasterios y templos ancestrales. Estos «nazarenos» iraquíes hunden además sus raíces en el Antiguo Testamento porque, con anterioridad a que Jesús naciese en Palestina o el islam surgiese, eran el pueblo de Jonás y Nimrod. Este último, bisnieto de Noé, había fundado Nínive, cuya existencia nos consta al menos desde 3.000 a.C. A su vez, el profeta de la ballena recibió el encargo divino de advertir a los ninivitas bíblicos, «cuya inmensa ciudad requería tres días para ser recorrida», del castigo que podría sobrevenir si no se arrepentían de sus múltiples pecados. La gran urbe fue centro neurálgico del comercio entre el Mediterráneo y el Índico y de las rutas fluviales del Tigris y el Eúfrates. Resultó perdonada y se salvó de la destrucción, pero el Islam radical, inmune a la compasión celestial, ha enmendado a Dios y asesina a los ninivitas. Qué derrota. Si quieres colaborar con la gran campaña navideña a favor de los cristianos de Irak, organizada por la ONG del Papa, tu dirección es ayudaalaiglesianecesitada.org.