El desafío independentista
Las raíces de Cataluña
Ayer Barcelona, «cap i casal» de Cataluña, respiró por unas horas con sus dos pulmones. Juan Pablo II aludió a la «Iglesia del silencio», como esa Iglesia sometida y perseguida por el yugo comunista a la que él contribuyó a liberar como singular instrumento de la Providencia, permitiéndola en Europa «respirar por sus dos pulmones», el occidental y el oriental.
Me viene a la memoria este episodio de la Historia reciente de Europa al meditar la situación actual de Cataluña, que no está sometida al yugo comunista, pero sí lo está –y mucho– al yugo del nacionalismo exacerbado que el propio Juan Pablo II condenó como grave pecado.
El Papa polaco, que conocía como pocos el alma de su Patria, supo distinguir entre el patriotismo como virtud, y el «nacionalismo exacerbado», radicalmente opuesto al Evangelio. En su obra Memoria e identidad escribe: «El espíritu polaco en el fondo es la diversidad y el pluralismo, no la estrechez de miras, ni el aislamiento».
Ante la actual situación de nacionalismo exacerbado y asfixiante dominante, la Iglesia en Cataluña tiene ante sí el reto de decidir si opta o no por seguir esas enseñanzas, y ayuda a guiarlo hacia un espíritu catalán diverso y plural como el señalado por el papa santo, que no es sino la esencia de sus milenarias raíces cristianas. El obispo Torras i Bages, referente del catalanismo, afirmó: «Cataluña será cristiana o no será». Va camino de no serlo.
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