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Carmen Enríquez

Lazos de cariño

Lazos de cariño
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No es extraño que los Reyes hayan mostrado su interés en estar presentes en la ceremonia de canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II, dos pontífices con los que Don Juan Carlos y Doña Sofía tuvieron una relación particularmente estrecha y a los que les unieron unos vínculos afectivos que perduraron a lo largo de sus respectivos papados. Es cierto que los Reyes siempre han cuidado su relación con los sucesivos papas, dada sus profundas convicciones religiosas, pero con los que se convertirán en santos a finales de este mes de abril se añadió un plus especial dadas las circunstancias que rodearon la mutua amistad que se profesaron. Juan XXIII fue el Papa que solventó los serios problemas que surgieron antes de la boda de los entonces Príncipes Juan Carlos y Sofía debidos a la condición de cristiana ortodoxa de la hija de los reyes de Grecia y a la fe católica en la que había sido formado el hijo de los condes de Barcelona. Esa diferencia entre las dos confesiones, que afectan más a las formas que al fondo de las creencias religiosas, dejó de ser un obstáculo para la celebración del matrimonio de la pareja a raíz de que Juan XXIII recibiera en Roma, cuatro meses antes de la boda, a Don Juan de Borbón y a su hijo y les ofreciera la posibilidad de la doble ceremonia, por el rito católico y el ortodoxo, como solución a los inconvenientes surgidos. Tan agradecidos quedaron los Príncipes al Pontífice, cuya bondad, tolerancia y comprensión es reconocida por todos, que la primera visita que hicieron después de la boda en Atenas fue a Roma para agradecerle personalmente las facilidades y la buena voluntad mostradas ante el problema religioso por las distintas confesiones que profesaban los novios. Para Doña Sofía, Juan XXIII fue el primer Sumo Pontífice con el que trató en su vida. Cuando le fue a ver al Vaticano ya había sido recibida como miembro de la fe católica por el arzobispo de Atenas en una sencilla ceremonia celebrada a bordo del yate «Eros», del armador Niarchos, en el que la pareja pasó la primera parte de su luna de miel. Y tal como corresponde a la tradición, Doña Sofía acudió a la cita de la Plaza de San Pedro tocada por primera vez en su vida con peineta y mantilla, prestadas ambas por la reina Victoria Eugenia. La relación de los Reyes con los sucesores de Juan XXIII ha sido igualmente cordial, pero con Juan Pablo II, el Papa más viajero y carismático de los últimos tiempos, también ha tenido un cariz muy intenso. Durante la santificación de Papa Wojtyla, en la memoria de los Reyes estarán los cinco viajes del Santo Padre a España a lo largo de los veintisiete años de su pontificado. En dos de esas visitas, Juan Pablo II se desplazó al Palacio de la Zarzuela para compartir una parte de su tiempo con los miembros de la Familia Real española y saludar también a todos los funcionarios que trabajaban al servicio de los Reyes en su residencia familiar. A esos encuentros hay que añadir las visitas de los Reyes y también de sus hijos al Vaticano para mostrar su respeto y afecto al jefe espiritual de la Iglesia Católica. Como muestra de esos intensos lazos de cariño de los Reyes hacia el Papa Juan Pablo II, basta recordar la emoción en los ojos de Doña Sofía al despedir en mayo de 2003 en Madrid a un deteriorado pontífice a quien sabía que no iba a volver a ver jamás.