Fernando Rayón
Lecciones inglesas
La mayoría absoluta conseguida por el partido conservador en Gran Bretaña resulta particularmente interesante dados los procesos electorales en los que estamos inmersos en España. Para empezar, el error de las encuestas –que pronosticaban un empate técnico entre conservadores y laboristas- nos hace pensar que las grandes oscilaciones de nuestros partidos, incluidas las del propio CIS, apuntan un panorama que podría resultar diferente al que muchos auguran. Recordemos que, incluso la macroencuesta de la BBC –hecha tras emitir el voto a los mismos que había encuestado días antes– tampoco consiguió reflejar la magnitud de la victoria conservadora. Primera lección: no se fíen de las encuestas. Eso mismo fue lo que el primer ministro Cameron repitió una y otra vez a sus candidatos. Y así fue.
La segunda lección es estratégica. Aunque Pedro Arriola se fue a Londres para seguir y conocer in situ los resultados, parece que aún no ha conseguido convencer a su partido de lo que Cameron y sus gurús convirtieron en dogma de campaña: ni una palabra de la corrupción, y vender una y otra vez la recuperación y estabilidad económica. Aquí, en cuanto te descuidas, te sale un José Manuel Soria hablando de ella en un mitin cualquiera. Tampoco es el único. Es decir, la estrategia consiste en tener un lenguaje común. Y ya sabemos lo que gusta ser verso suelto en España. Casi parece una garantía de autenticidad.
Y la tercera, que es la más palmaria, es que no somos iguales. El Reino Unido de la Gran Bretaña no es España, desde luego, pero hay algo que nos diferencia aun más: los ingleses se sienten orgullosos de serlo, y no sólo cuando ganan sus equipos de fútbol. Los ingleses se sienten a gusto con sus costumbres, historia, aficiones, colonias, ejército... Y en España parece que, de vez en cuando, necesitamos suicidarnos colectivamente. Y no hablo de tiempos remotos ni de guerras civiles. Siempre me asombró que José Luis Rodríguez Zapatero volviese a ganar unas elecciones tras su primera legislatura. Y eso fue casi ayer.
En Gran Bretaña, Cameron toca la campana de los logros económicos y de la estabilidad de futuro y los ingleses cierran filas. Y eso que no han tenido cerca a san Ignacio de Loyola para recordarles aquello de que «en tiempo de desolación, no hacer mudanza». Pero claro, para eso hay que reflexionar. Aún nos queda tiempo.
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