Martín Prieto

Líneas de agua

La Razón
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Analizar las elecciones de ayer antes de que cierren las urnas es en esta ocasión como dibujar en el agua dado que ha cambiado el paisaje tradicional en el que nos hemos movido en democracia. Como siempre, hemos podido votar a unas ochocientas opciones, incluido el amoroso Partido Animalista que no acaba de remontar ni meter un diputado en el Congreso, pero es que dos de ellas, emergentes, sin representación parlamentaria, tratan de tú a tú al bipartidismo que tan útil ha sido para la democracia y que hoy se presenta interesadamente como obsoleto como si el Reino Unido, Alemania, Francia o Estados Unidos representaran sistemas políticos decadentes. Nuestra alternancia política ha sido imperfecta, abierta, porque tanto el PP como el PSOE han precisado en algún momento del apoyo de partidos nacionalistas periféricos. Pero más que el bipartidismo, que volverá por sus fueros, lo que está sobre el tablero es la mayoría absoluta dada la fragmentación del voto ante cuatro partidos que no pretenden ser testimoniales sino que quieren gobernar. Eso nos acerca a los usos políticos italianos tras el ocaso de la Democracia Cristiana, el Partido Socialista y el Comunista. La campaña ha sido estomagante porque se inició con las Europeas y el debut de Podemos y ha sido encarrilada por las televisoras que han proporcionado más bulla que discusión intelectual. No es raro que la demoscopia haya aportado confusión y que un sondeo de opinión llegara a dar una primera mayoría a Podemos para enviar a los pocos días a Pablo Iglesias al infierno del cuarto puesto.

La lógica de las cosas apunta a una mayoría minoritaria del Partido Popular, pero eso de que debe gobernar el más votado no lo tiene muy claro la terna de aspirantes, que le roe los zancajos a Mariano Rajoy, y eso le duele más que el puñetazo de Pontevedra. Al menos serían necesarios pactos de legislatura (o puntuales) para que Ciudadanos sostuviera parlamentariamente al PP, mientras el PSOE y Podemos prefieren el caos antes que darle un vaso de agua a Rajoy al que han convertido en el don Tancredo de la crisis y las precariedades. Sánchez, que no mira a Alemania, ha sido vil, y escuchándole creeríamos que los ciudadanos mueren en los pasillos hospitalarios y la hambruna nos asemeja a Sudán del Sur. Como hay que remontar lo que queda de crisis lo mejor para los españoles sería un Gobierno estable de Rajoy. Pero eso es escribir en el agua.