César Vidal
¡Llamen a los rusos!
Muchos recordarán aquella escena excelsa de esa película grandiosa titulada «El hombre que pudo reinar», cuando el sargento encarnado por Sean Connery rechaza que los habitantes de Kafiristán lo tomen a él y a su compañero de aventuras por dioses, y añade a continuación: «Pero somos ingleses, que es casi lo mismo». He recordado la anécdota tras leer, repetida y atentamente, el informe publicado por la comunidad de Inteligencia de EE UU sobre la intervención de agentes rusos en las elecciones presidenciales de 2016. Aunque tanto el FBI como la CIA rehúsan afirmar que las acciones supuestamente desencadenadas por Putin decidieran las elecciones, poco puede dudarse de que, al fin y a la postre, lo que están diciendo es que lograron desacreditar a Hillary Clinton cuando todo el mundo la daba por vencedora y además el «Washington Post» había golpeado a Trump con un vídeo de hace una década en el que realizaba comentarios soeces sobre las mujeres. ¡Vamos, blanco y en botella! El informe además asegura que la campaña la llevó a cabo Putin valiéndose de unos «trolls», RT –una televisión de audiencia ínfima en EE UU– y WikiLeaks, aunque en este último caso no lo asegura de manera terminante. Juzguen ustedes lo que esto significa. Hillary Clinton, con el respaldo de Wall Street, de la práctica totalidad de los medios, de los «lobbies» más poderosos y de Hollywood casi al completo, acabó mordiendo el polvo gracias a la acción de una cadena que, en términos comparativos, se ve menos en EE UU que cualquiera municipal en España, de un puñado de agentes en internet y quizá de WikiLeaks. Pueden pensar ustedes lo que quieran, pero si esa descripción se corresponde con la realidad, hay que llegar a la conclusión de que los espías rusos son capaces de solucionar una multitud de problemas insolubles. ¿Quieren derrotar en las urnas a gobiernos como los de Morales, Maduro o Correa? ¡Llamen a los rusos! ¿Quieren acabar con el terrorismo islámico? ¡Llamen a los rusos! ¿Quiere Montoro reducir una deuda nacional de más del 100 por 100 del PIB y ajustar el déficit? ¡Llamen a los rusos! ¿Quiere el Gobierno frenar a los nacionalistas catalanes? ¡Llamen a los rusos! ¿Quiere la UE controlar la avalancha inmigratoria que desborda sus fronteras? ¡Llamen a los rusos! Si con cuatro y el de la balalaika han conseguido influir decisivamente en las elecciones norteamericanas, no es que sean dioses, pero por fuerza, como diría Connery, deben ser casi lo mismo.
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