Champions League
Llorar y llorar
Trasiego de aficionados al fútbol. Banderas al viento, camisetas de identidad, bufandas al cuello que huelen a naftalina, algunas; la voz tomada; interminables y agotadores viajes en coche y en autocar hasta Milán. Hervidero de colores en el aeropuerto Adolfo Suárez; enjambres de aviones cargados de una ilusión indescriptible. El regreso será eufórico o doloroso, según, sea cual sea el medio de transporte empleado. Repiten la cita Atlético y Madrid dos años después. De Portugal a Italia, de Da Luz a San Siro. Entradas agotadas; precios elevados, algunas localidades «con escasa visibilidad» no rebajan el precio; la reventa, a reventar, como la buchaca de la UEFA. El vencedor ingresará 35 millones de euros; el subcampeón, 4,5 millones menos. No es éste el tipo de dinero que da la felicidad. En la inmediatez, ninguna suma palia el amargo sabor de la derrota ni multiplica la efervescencia de la victoria. El recuento de los millones y su incidencia en tesorería, más tarde. En el acto, llorar y llorar, de alegría y de tristeza, que tan amargo es el sabor de una lágrima cantarina como el de la plañidera. Y, sin embargo, son tan distintas...
Hasta el minuto 92:48 María José Navarro lloraba de satisfacción y gozo aquel 24 de mayo. Marcó Sergio Ramos, secó el rostro, borró el rastro y animó a los cadáveres hasta que faltó la voz. María José está convencida de que en Milán no va a vivir otra tragedia semejante y lanza el pronóstico: «3-1, goles de Torres, Saúl, Griezmann y Cristiano, de penalti...». Alfonso Ussía sentirá una profunda alegría si gana el Madrid, que es lo que espera, y desea (4-1), pero advierte: «No me disgustaré si el campeón es el Atlético». Si llora María José, Ussía no se disgustará. ¿Será la Primera del Atleti?
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