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F. C. Barcelona

Lo clásico

La Razón La Razón

Ni el penalti de Mascherano a Lucas, ni la mano de Carvajal dentro del área, ni el gol de Luis Suárez que empezó en fuera de juego, ni el primer tiempo del Madrid ni el segundo del Barça, lo que queda, desde el minuto 90, es el empate de Sergio Ramos, lo más clásico entre lo clásico. Tradicional, como el turrón de Jijona, las muñecas de Famosa, el anuncio de Codorniú, las burbujas de Freixenet, el árbol –con sus bolas, sus figuras y sus luces– y el Portal. Un tanto recurrente, repetido, habitual, «uno de Ramos», que nadie vio llegar. Ni Luis Enrique, al no adosar a Piqué a su pareja en la Selección, ni el sistema de contención azulgrana que permitió la entrada al remate, en manada, del susodicho Sergio, Mariano y Varane. Acierto monumental, fallo garrafal y justicia poética.

Empezó el partido sin titubeos, con los actores tan entregados a la épica que, a la vista del desarrollo, el planteamiento de Luis Enrique se antojaba desesperado –cúmulo de errores– y el de Zidane (33), valiente. Los porteros, testigos ocasionales, hasta el segundo tiempo. Poco pudo hacer Keylor en el tanto de Suárez, ni Ter Stegen en el que fue un calco de ejecución, el 1-1. Las mejores ocasiones las generó el Barça, con Neymar, con Messi, y ya en el último suspiro, con aquel remate de Sergi Roberto que Casemiro despejó sobre la raya de gol. Sólo por eso notó el Madrid su presencia; más peso tuvo Iniesta en su reaparición: ordenó el partido, lo controló y lo durmió. El otro prestidigitador, Sergio «Mago».