Julián Redondo
Lo malo es perder
No es el fútbol deporte indicado para poner la otra mejilla; todo lo contrario, exige venganza inmediata, la victoria que contrarreste el dolor de la derrota, amarga aunque no la contamine una goleada. El triunfo es colosal, lo que cuenta y lo que suma, por eso llama poderosamente la atención que el gol de Mathieu en Balaídos sea en algunos sectores, que se mueven entre la nostalgia y el cinismo, un epitafio en vez de un motivo de celebración. Del Barça de Guardiola y Tito intentó Martino aprovechar los restos de un patrón futbolístico que se desgastó, como los nombres. El «Tata» hizo la transición con un coro tan anárquico que desafinaba. Luis Enrique ha partido de cero, cambia el ritmo y la partitura y con más «heavy metal» que sinfonías mantiene líder al equipo. «Ganar no es malo», dice el técnico azulgrana, como si tuviera que pedir perdón por sumar tres puntos a balón parado. Lo malo es perder y lo difícil, e imposible seguramente, es vencer con aquel brillante manual de antaño.
Ni siquiera el Madrid gana todos los partidos 9-1 –tampoco los pierde así el Granada– ni lo borda cada fin de semana. Esclavo como es de ese 4-3-3, en ocasiones inadecuado, los rivales toman nota y terminan por ahogar el modelo, que exige un cambio hacia el 4-4-2, que tampoco es infalible. Hoy puede ser el día de la mutación si en lugar de Bale junto a Benzema y Cristiano juega Isco al lado de Kroos, Modric y James. Si por esas molestias del galés pasara Ancelotti del 4-3-3 al 4-4-2, la conversión tampoco sería definitiva ni aunque el Rayo, que con Paco Jémez sólo se preocupa de jugar al fútbol, fuera una víctima. La BBC no son sólo las iniciales de tres jugadores, es mucho más, es el sello del imperio madridista.
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