Estados Unidos
Los obstáculos de Trump
Las primarias en Wisconsin el martes 5 de abril no zanjaron nada y eso fue lo importante, porque tenían la capacidad de haberlo hecho. En este ciclo de elecciones tan fuera de lo común, la principal consecuencia es que se lo pusieron mucho más difícil a ambos cabezas de lista, Trump y Clinton. En los dos casos la derrota estaba anunciada, pero fue mucho más amplia de lo previsto, especialmente en el lado republicano. La pelea se prolonga el martes 29 en Nueva York, donde ambos tiene raíces y esperan arrolladoras victorias, pero el resultado final seguirá siendo incierto, excepto que la división en ambos partidos continuará profundizándose.
En el partido del elefante es casi imposible que Cruz consiga más delegados que el millonario neoyorquino, pero es altamente probable que éste no alcance la mayoría de los 1.237, la mitad del total, que le adjudicaría la candidatura del partido, lo que daría lugar, tras una primera votación infructuosa, a una convención «abierta», «disputada» o «negociada», algo que no era raro en otros tiempos, pero que no sucede desde hace casi siete décadas. La asamblea podría sumirse en una infinidad de cabildeos, tomas y dacas, pactos, alianzas continuamente cambiantes de votación en votación, hasta conseguir una mayoría en torno a alguien que supuestamente proporcionase al partido el máximo de unidad posible y perspectivas de ganarle al demócrata. Sería un guirigay que daría pasto a los medios americanos, mayoritariamente de izquierdas, para hacer escarnio de los republicanos. Trump y sus partidarios se perfilan como pésimos perdedores, que amenazan con una grave escisión y la pérdida de la contienda, pero si El Donald llegase a la convención de Cleveland con una mayoría, un buen número de republicanos tienen ya decidido quedarse en casa y algunos estarían dispuestos a votar por el demócrata.
Por su lado, la victoria de Sanders en Wisconsin le da impulso para seguir adelante y tambalea a Clinton. El primero lo tiene muy difícil, porque la inmensa mayoría de los que en el sistema demócrata son delegados natos por pertenecer a la cúpula del partido –los más de 700 «superdelegados»– temen al vejete izquierdista como a la peste, lo que los hace incondicionales de Hillary, una de los suyos, confiriéndole a ésta una ventaja prácticamente insuperable. Pero Sanders, que ha sido caballeroso con la senadora y ex primera dama, ahora va a por su yugular, su manifiesto punto flaco, la falta de fiabilidad de la artera dama, la duda que acongoja hasta a sus más firmes pero ya desde hace tiempo no entusiastas partidarios. El debate que sostuvieron el jueves 14 ha sido agrio. Hillary se ha visto obligada a izquierdizar su campaña, lo que le planteará problemas más adelante en el cara a cara entre los dos partidos, aunque si llega a la presidencia buena es ella para no abandonar las promesas que no le convengan. Es un enfrentamiento entre competencia sinuosa y sincera pero ingenua utopía, en que la primera lleva las de ganar.
Si los republicanos consiguieran capear, más mal que bien, pero sin zozobra, la tormenta que se les avecina y el utópico y nada práctico izquierdista demócrata que encandila a los jóvenes se hiciera con la candidatura de su partido, cabrían todavía algunas dudas sobre el ya muy predecible resultado final.
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