Julián García Candau
Malvada despedida
Tenía la ilusión de que la salida de Mourinho, Don Niní (ni Liga, ni décima, ni Copa de Rey), nos trajera primavera y claridad para examinar todos los problemas. Sin embargo, habrá que seguir soportando sus tenebrosas apariciones. No hay otro remedio que seguir soportándole. Se ha ido poniéndole los cuernos al Barcelona porque, después de aquella frase de «hoy, mañana y siempre con el Barça en el corazón», ahora ha dicho que sus amores están en el Chelsea y el Inter.
Se ha ido, pero no ha podido reprimirse. Antes de levantar el vuelo ha tenido que sembrar más cizaña. No quería que Casillas, lógicamente al no poder disponer de Diego López, jugara contra Osasuna, para ocultar sus malvadas intenciones justificó la presencia de Jesús, magnífico, por cierto, y sibilinamente acusó a Iker de borrarse. Dijo que no estaba apto para jugar, lo cual era falso. Iker estaba, como ha afirmado, en condiciones de jugar. Evidentemente, su presencia en el Bernabéu habría sido el definitivo plebiscito. El público le habría mostrado abrumadoramente su aprecio y con ello no habría podido Mourinho. Para evitar tal trágala, optó por no convocarle. Del Bosque, que no suele terciar en estos problemas, ha dicho que no puede creer que Casillas se borrara. Mourinho me recuerda, llegado al Chelsea, la lápida de un cementerio en la que la viuda, tras los muchos sufrimientos con su marido, le dedicó esto: «Aquí estás tú y estás muy bien, tú descansas y yo, también». Lo acabará pensando Florentino.
Posdata. ¿Qué hacemos con Karanka sin ventrílocuo que le mueva los labios?
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