María José Navarro

Man/Woman

La Razón
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La testigo protegida del caso Torbe ha dado a conocer el nombre del tercer futbolista español que supuestamente está implicado en un presunto delito de agresión sexual. Independientemente de sus identidades (de sobra conocidas), este caso tiene una variante interesante: coloca en hemisferios de opinión absolutamente opuestos a hombres y a mujeres. Dejemos a un lado la acusación de agresión sexual, porque ahí sí estamos ambos sexos de acuerdo, y partamos del hecho del encuentro de tres millonarios con unas chicas que cobran por sus servicios. Ellos creen que, para empezar, son cosas que pasan y a las que no hay que dar más importancia que la que tiene un rato de entretenimiento. Piensan, además, que los chavales son jóvenes, audaces, que seguramente no tenían otra intención que la de gastar una siesta agradable. Esas chicas no son importantes en sus vidas, no son nada, no interfieren en su día a día, no tienen nada que ver con sus parejas, no aportan. Ellos no lo harían (o eso dicen en público), pero no les parece tan grave. Es más, alucinan con el hecho de que se les esté juzgando por su vida privada, flipan ante el intento continuo de que los deportistas tengan que ser inmaculados, limpios, angélicos, mientras que a los rockeros se les dé por supuesta una trayectoria golfa y depravada. No pueden ser portada por irse de putas, dicen. En el otro extremo, estamos nosotras. Puestas en los zapatos de las mujeres o novias de esos tres chavales, o por lo menos de aquel que mandó los wasap que se han filtrado, el solo intento de buscarlas nos parece asqueroso. Podemos perdonar una infidelidad, pero no lo haremos con una falta de lealtad. Lo peor no son los cuernos, o los celos. Lo peor es saber a ciencia cierta que tu hombre es un imbécil, un pardillo, un tipo vacuo e inconsistente. Lo peor es comprobar que se creyó tan poderoso que pensó que salía gratis mentirte, que esté convencido de que eres tonta. Y ahora me disculpan, que voy a reunirme un ratito con el heteropatriarcado de guardia para que me eche la bronca.