Ely del Valle

Maridaje catalán

Ahora que están tan de moda las aplicaciones para móvil alguien debería ir pensando en crear una que nos simplificara a modo de esquema las diferentes tramas de corrupción en las que presuntamente anda enredada la familia Pujol. Sugiero un sistema de solapas, de manera que podamos acceder a cada uno de los imputados por separado, con acceso mediante enlaces a los diferentes nexos que los relacionan, y actualizaciones diarias hechas por sesudos informáticos a los que habría que dotar, eso sí, de una generosa ración de Ansium para sobrellevar la tensión.

Llegado ese momento, quizá pudiéramos seguir con una cierta coherencia la madeja de comisiones, cuentas, negocios, inversiones, fugas de capital y legados que han hecho prosperar una fortuna que, como las flores de Pascua, ha alcanzado su punto de lozanía en la oscuridad.

A los Pujol, Puig, Mas, Ferrusola y demás apellidos ilustres de la política catalana les ha estado abonando su particular monte de orégano un silencio infame que durante décadas ha sido el precio que hemos pagado todos a cambio de una supuesta pax independentista que apuntalaba la estabilidad cada vez que el gobierno de turno flaqueaba de remos. De aquellos polvos, estos lodos.

Ahora los que durante décadas han estado viendo pasar los Ferraris sin preguntarse cómo se pagaban –seguramente porque ya lo sabían– echan mano del teatrillo y montan comisiones en un Parlament donde este término tiene su guasa, que se van quedando obsoletas según se van conociendo, en buena medida gracias a periódicos como éste, los maridajes entre las mordidas de unos, que siguen tranquilamente calentando escaño, y las opíparas sisas de otros que continúan ocupándose de los negocios familiares allende nuestras fronteras por gentileza de una Fiscalía perezosa a la hora de dictar medidas cautelares y a la que, como se descuide, le llegará cualquier día de estos una postal de agradecimiento desde las antípodas.