Reyes Monforte

Memoria perdida

La Razón
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En el año 212 A. C, el matemático griego Arquímedes fue asesinado durante la Segunda Guerra Púnica, cuando las fuerzas romanas del general Marco Claudio Marcelo entraron en Siracusa tras dos años de asedio. Arquímedes se encontraba en el jardín de su casa estudiando un teorema matemático, cuando entró un soldado a quien tan solo pidió que no pisara sus círculos. «Noli turbare círculos meos». Lo único que le importaban eran sus círculos porque eran su vida.

El soldado le mató allí mismo, y después se encargó de borrar los círculos que había dibujado sobre la arena, como si así borrara su existencia.

Siglos después, la guerra siria nos ha devuelto los círculos de Arquímedes en las manos de refugiados y la maldad del soldado en forma de la zancadilla de Petra Laszlo. La historia es cíclica, se repite y , aún así, parece que carece de memoria. Quizá por eso nos emociona ver imágenes de padres que lloran tanto como sus hijos. Pero no es la primera vez que sucede. Hoy es Siria 2015, pero ayer fue Bosnia 1992, España 1939, Rusia 1917, Alemania 1938, Darfur 2003, ... La historia se ha desmemoriado y nosotros también, en un recurrente Alzheimer con breves momentos de lucidez en los que nos impresionan las mismas imágenes de siempre.

La historia de la humanidad ha sido una permanente huida acuciada por el miedo y el sueño de una vida mejor. «Qué sería de los sueños si la gente fuera feliz», escribía Pierre Reverdy. Cuando el sueño del ser humano es una permanente huida es que su realidad es una pesadilla. El mundo se ha convertido en un enorme campo de refugiados. Paul Valéry decía que la guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gente que sí se conoce pero no se masacra. Pero la mirada, el gesto y el llanto de los refugiados son siempre los mismos.