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Mena: tierra y hombre

Mena: tierra y hombre
Mena: tierra y hombrelarazon

No es difícil comprender Castilla, tierra de frontera, profundamente histórica, conviviendo con sus hombres. Los avances de la investigación permiten análisis en los que, de modo permanente, se aprecia cómo el peso de la tradición opera sobre los hombres que habitan la tierra y mantienen constantes los valores, las funciones, las estructuras heredadas de sus abuelos, de sus padres, de su entorno familiar, pero innovando, aportando sus propias ideas, que son las que constituyen el tiempo histórico. El gran burgalés José María Codón decía, con plena razón, que «tradición es innovación»; ello significa mantener lo sustantivo, añadiendo lo nuevo que es creación propia, pero manteniendo los fundamentos sobre los cuales se instala el conjunto histórico de lo comunitario.

Mena es uno de los valles cantábricos que ha sido territorio constitutivo de Castilla, en el límite norte de la Meseta, entre el mar y la montaña: frontera, no límite. Frontera es comunicación, relación, contacto, familia, integración, resistencia y seguridad. El elemento eje de Castilla son los ríos Nela y Gerea, que después se llamó Losa. Y los valles de Manzanedo, Valdivielso, Tobalina, regados por el río Ebro. Al norte de la provincia de Burgos, las Merindades de «Castilla Vieja». Tierras de realengo, entre ellas el valle de Mena, uno de los territorios que integraron el condado de Castilla, creado por la monarquía asturiano-leonesa. Tierra de poblamiento indoeuropea: el pueblo autrigón tuvo relación en el origen de la monarquía asturiana de Cangas de Onís y ocupa los territorios que en el futuro serán León y Castilla.

El poema de Fernán González la define perfectamente:

«Era Castilla la Vieja un puerto bien cerrado

non había entrada mas de un solo forado

tovieron castellanos ese puerto bien guardado».

En esa Castilla fueron surgiendo fundaciones e innovaciones. Don Lope Sáenz de Mena, señor de Bortedo, crea la villa de Valmaseda y en la carta de fundación se dice: «Desde Castro hasta Villasana, solo en Valmaseda puede haber taberna, panadería y carnicería». En una dimensión histórica de cien años, aproximadamente el año del estallido de la Gran Guerra (1914), un menés, Domingo López Torre, compra por traspaso la panadería con horno de leña, única en Villasana, a su propietario Venancio Ladrón. Se instaló en Villasana, en la carretera a Valmaseda y Bilbao, en la casa vecina al restaurante «La Vasquita». Trabajo duro, formación de un hogar familiar. Domingo López Torre contrae matrimonio con Josefa Calderón Velasco en Artieta, donde por entonces estaba instalado el cuartel de la Guardia Civil para la seguridad interior del valle. El trabajo y la familia son las dos atenciones totales de Domingo López, que con Josefa, a la que ha conocido en el baile de los domingos en la plaza de Villasana, ve bendecido su matrimonio con cinco hijos: José Alberto, desgraciadamente muerto a los cuatro o cinco años atropellado por un carro; Domingo, «Minguín» para distinguirlo de su padre; Javier, María José y Maite. Una familia ejemplar, cada uno en su función y todos compartiendo, desde su comunidad, la búsqueda del fin que debe guiarles: la felicidad, mediante el ejercicio de la inteligencia, el trabajo, la ética social y religiosa. Domingo López Torre murió en 1973 víctima de un desgraciado accidente.

Una nueva generación la encabeza Domingo López Calderón. Es el panadero de Villasana; sigue el modelo paterno: trabajo honrado y miembro activo de la comunidad local. Contrae matrimonio con Remedios Saínz Saínz, maestra nacional, que encabeza por antigüedad el magisterio menés, prestigioso en España durante toda la historia contemporánea. Sus cuatro hijos cursan carreras universitarias: José Alberto, Dirección de Empresas; Paula, Farmacia; Domingo, Ingeniería Química; y Diego, Ingeniería Informática.

Minguín continúa la tradición: el sacrificio del panadero. Cuando mi abuela, cargada de razón, reprendía a alguno de sus nietos, les decía: «No te mereces que los panaderos se levanten por ti a las cinco de la mañana». Aristóteles, en su «Política», señala como fundamento natural de la sociedad política de la familia y la sociedad civil; pero sobre todo la tradición, el sentido común, la educación y la cultura. Domingo López es un hombre honrado a carta cabal, amante enamorado de su familia, que ha comprendido que el ejemplo recibido de sus padres es el acicate radical para situarse en la cumbre de su profesión mediante la adaptación al tiempo histórico. Ha comprendido la frase de Chesterton: «Todo lo que no es tradición es plagio» y ha sobrepasado el nivel del horno de leña para crear una empresa castellana que hace honor a la laboriosidad, honradez y ampliación del área comercial de su panificadora, que lleva el título de «Pan. Menesa», por una buena extensión del territorio de Castilla.

De nuevo acierta el poema de Fernán González cuando afirma en un verso: «Nunca de buenos homes fuera Castilla vacía».