Ángela Vallvey

Mentalidad

La Razón
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A veces, los asesores políticos tienen la descabellada ambición de intentar cambiar la mentalidad de los votantes, el signo de su voto, lograr que los de izquierdas voten derechas, o viceversa. Creen que, con mucho dinero, entusiasmo y las debidas campañas de propaganda, conseguirán resultados milagrosos: transformar lo negro en blanco y al contrario. Sin embargo, los expertos en publicidad, verdaderos conocedores del asunto, suelen negar que la propaganda, siendo útil, llegue a ser tan prodigiosa. Ernest Dichter, un experto en marketing conocido por ser el padre de la investigación «motivacional», recomendaba a las compañías aéreas que abandonasen las inservibles campañas publicitarias que trataban de convencer a los usuarios de que el transporte por avión era «fiable». Sabía que, por muy seductores que sean los anuncios, nadie puede engatusar a un ciudadano medio con que resulta totalmente seguro levantar por lo aires –a nueve kilómetros de altura– las miles de toneladas que pesa un «Boeing». Dichter les aconsejó que se olvidaran del tema de la seguridad y redujeran sus esfuerzos a «vender la idea» de lo rápido que es el transporte aéreo y cómo viajar en avión logra que el ejecutivo vuelva antes a casa, que mejora la vida familiar de los usuarios...

Uno de los principios de la publicidad es no gastar energías intentando persuadir al posible cliente de que algo «no es tan malo o peligroso como parece», sino que hay que insistir en las cosas buenas que ese producto tiene, en su aspecto positivo. La publicidad en negativo, a la contra, aumenta de manera sensible los niveles de ansiedad del posible comprador, pero no consigue hacer que cambie sus convicciones más profundas.

Así, en nuestros días, con la convulsa situación política que tenemos, se pueden ver los esfuerzos denodados, también estériles, de quienes están convencidos de que «vender» el lado peligroso de una opción política –o, al contrario, intentar convencer a la opinión pública de que partidos o facciones no son tan levantiscos y/o deleznables como puedan parecer– hará cambiar la decisión de los votantes de otorgar su confianza a unos u otros.

Si bien, por lo general, ninguna de estas propagandas logrará en ningún caso alterar el resultado de las urnas de manera significativa. No lo consigue un detergente, y mucho menos un partido político. Al contrario: la propaganda, cuanto más exaltada es, más afianza al votante en sus ideas opuestas. Aunque, eso sí, desquiciándolo un poco más... Todavía.