Rosetta Forner
Mentes sin inocencia
Fue un «brote psicótico». Llamar a las cosas por su nombre, enfrentarse a una realidad cruel es demasiado para algunos. De haber sido un «brote» no hubiese mediado premeditación (una ballesta no aparece de la nada), ni hubiese comentado a algunos de sus compañeros que pensaba cargarse a profesores. ¿Brote? En un brote no hay premeditación. Será niño en cuanto a edad cronológica, pero no en cuanto a inocencia y bondad. Hay gente que nace con muy malos instintos, y desde pequeño (cronológicamente hablando) ya da muestras de crueldad mental. Podemos justificarlo diciendo que es producto de un «hogar desestructurado» –de ser así, habría muchos más asesinos de los que hay–. Empero, hay más gente buena que mala a pesar de haberse criado en una familia disfuncional, sin amor. En España, un menor de edad sabe que la Justicia no puede echarle mano: no son responsables. Sin embargo, saben lo que hacen pues el proceso cognitivo en el ser humano se concluye a los seis años (según los expertos). Existe la violencia, la maldad, las almas negras. ¿Tiene solución? Al menos, debemos intentarlo. ¿Cómo? Mirando de frente la realidad y no disculpando las conductas: «Era un chico fantástico, le dio un brote». ¿Cómo se puede ser fantástico y matar premeditadamente a alguien? Hay quien convoca a un compañero/a para molerlo a golpes. ¿Niños? No, malvados; mentes criminales. ¿Cómo es que nadie «vio» que algo no andaba bien en ese niño? Ceguera emocional y espiritual: no vemos lo que no queremos. Tampoco vemos aquello que se ha normalizado. La violencia forma parte de nuestras vidas y vivimos la realidad como si fuese una película donde, de repente, alguien gritará: «¡Corten!». Por duro que sea, existe una fábrica de monstruos. Aceptemos la realidad y pongámosle remedio antes de que sea tarde. Son más numerosos los jóvenes buenos que los malos. Pero no menospreciemos el daño que pueden llegar a causar: caso Marta del Castillo, Sandra Palo... y macabro largo etcétera.
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