Paloma Pedrero
Mi grito
Dice la OMS que el treinta y cinco por ciento de las mujeres del mundo sufre violencia machista. Y sólo habla de las que lo han denunciado en algún momento. Habla de las que han sido golpeadas, violadas, matadas o destrozadas psíquicamente. Habla de un porcentaje irreal. Son muchas más. Es tan escalofriante, tan bestial, tan doloroso que hoy el mundo siga así, que me cuesta escribir sobre ello. Yo que soy una persona optimista y esperanzada me hago pequeña ante estas cifras. Me quedo sin aliento. Porque además sé, estoy convencida, que somos el cien por cien de las mujeres las que sufrimos esta violencia irracional. Incluso mujeres con la suerte de haber tomado conciencia muy pronto de este mal. Mujeres libres, mental y económicamente, sufrimos en lo cotidiano la violencia machista. Todo está pensado y construido a imagen y semejanza del varón: los espacios físicos, la economía, las artes, las ciencias. Los criterios sobre el bien y el mal. Hasta la fuerza que hay que utilizar para abrir una botella está medida desde su musculatura. Vivimos en un mundo en el que nuestra manera primordial de mirar, de ver, de sentir, de querer o de discernir no es respetada por la mayoría de la sociedad. Es como si a ellos les faltara un sentido, una parte del ser. Nosotras sí podemos meternos en ellos, empatizar. Ellos, muchos de ellos, ni lo intentan. Yo, mujer fuerte, independiente, con ciertos recursos para defenderme del mal, me siento violentada muchas veces al día por mi condición de hembra. Por los criterios, las formas, las imposiciones, la agresividad y la mirada masculinas. Tomo aliento y lo grito. Por todas las que lo sienten así. Para quienes quieran escucharlo.
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