Alfonso Ussía
Ministra
Entiendo que muchos no me van a entender. Y entiendo que algunos de los que van a entenderme no van a pasar por alto su entendimiento. No acostumbro a aventurar aciertos o errores, alegrías o decepciones, en los quehaceres políticos. Y lo voy a hacer. Creo, estoy seguro, de que María Dolores de Cospedal va a desempeñar su honor de ministra de Defensa con brillantez y eficacia. Eso sí, siempre que no reduzcan el presupuesto del ministerio de Defensa en provecho de los enchufados, los acomplejados y los separatistas catalanes. Doña Soraya se mueve por ahí y visita en sus despachos a los que desean fragmentar España. Me temo lo peor.
La nación que desestima su defensa, y más aún siendo parte de la frontera que separa al siglo XXI del siglo X, no es una nación formada culturalmente. Hasta la fecha, los políticos gobernantes, con sus ocurrencias y nepotismos a cargo del dinero de la ciudadanía, han restringido hasta la cianosis estructural los presupuestos de la Defensa. La Defensa de España, no lo olvidemos, y de la civilización occidental. Existe en el conservadurismo español un infectado complejo de inferioridad que le ha llevado al antimilitarismo.
Complejo que no tienen los defensores del militarismo al servicio de la tiranía de Corea del Norte, de Cuba y de Venezuela. A pesar de las reducciones presupuestarias en Defensa, de las que son tan partidarios y ejecutores en el Partido Popular, las Fuerzas Armadas españolas han sabido conjugar la antipatriótica tacañería de los presupuestos con una eficacia, competitividad y sacrificios personales insuperables. Tenemos unos formidables ejércitos sostenidos por unos miserables presupuestos. Y para colmo, se desprecia a los militares y se establece para ellos el rincón de las calumnias y las infamias.
Los militares necesitan de dos impulsos. El económico y el anímico. Equipararse al resto de las naciones de la Unión Europea y de la OTAN, y el afecto y admiración de un pueblo que parece olvidarlos todos los días, a pesar de su prestigio internacional y su inmaculada trayectoria democrática. Y la ministra Cospedal, que no disfruta del apoyo de la vicepresidenta itinerante por despachos separatistas, ha sabido tocar en lo más hondo del sentimiento castrense. «Al conocer la labor humanitaria que realizan las tropas españolas en la lejanía de su Patria, se me llenan los ojos de lágrimas y el corazón de emoción». Lo dijo sobre la cubierta de la fragata «Navarra», navegante frente a las costas de Libia.
Son muchos los proyectos de modernización del material y armamento de las Fuerzas Armadas, en los ejércitos de Tierra, Mar y Aire. Y muchas las promesas incumplidas hasta la fecha de adecuar la remuneración de las familias de los militares hasta cotas simplemente aceptables. La ministra Cospedal, tratada con machista villanía por muchos comentaristas y tertulianos, defenderá –estoy seguro–, los intereses de España y la dignidad de los militares a sus órdenes. Es una mujer brava. La única que ha sabido poner en su sitio a la pequeña representante del poder omnímodo. Está sostenida por el partido que ganó las elecciones y que hoy gobierna en minoría, mientras que la viajera por despachos separatistas, sólo está mantenida por la peculiar manera de interpretar los hechos del Presidente del Gobierno. La ministra Cospedal tiene mucha tarea y más dificultades por delante, pero también ha demostrado poseer un buen tamaño de metafóricos dídimos. Conoce a los militares y ya les ha reconocido su admiración por su servicio, patriotismo, eficacia y decencia.
Será más valiente que los hombres y más decidida y firme que ellos. Me atrevo a aventurarlo. Será una gran ministra, siempre que el presupuesto de la Defensa de España no se diluya entre bolsillos de amiguetes y propinas a los traidores.
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