Alfonso Ussía
«Moechandón»
Mi gran amigo Emilio Higueras, gran señor de Sierra Morena, con su talento limpio del campo andaluz, ha decidido no esforzarse para aprender el apellido del golpista Puigdemont. Vio una fotografía en la que, en compañía de Laporta, Rahola y Trapero trasegaba una copa de champán francés y decidió denominarlo «Moechandón». Su influencia es tan grande, que en Andújar, la Quintería, la Parrilla, y en toda la sierra hasta el santuario de Santa María de la Cabeza, honor y gloria de la Guardia Civil, hasta los linces le dicen a Puigdemont «Moechandón». En Andalucía, los motes tardan varias generaciones en extinguirse. En mis tiempos de la Mili en Camposoto, San Fernando, Real Isla de León, donde se promulgó en 1810 el Decreto de Libertad Política de Imprenta para toda España, me hospedaron en su «Cerrillo» del Puerto de Santa María mis segunos padres, los condes de Osborne, Tomás y Patrocinio. Y cuando me retrasaba más de lo necesario, alternaban tres taxistas portuenses para llevarme hasta el campamento, el Salinero, el Remendado y Malpartida. Un alférez jerezano, marcial y cachondo, Antonio García Figueras Romero –allí el Alférez García Romero-, inspirado en la gran película protagonizada por José Luis Ozores, «Recluta con niño», me bautizó como «recluta con taxi». Pues sí, lo siento mucho. Serví a mi Patria durante quince meses, aprendí a querer y agradecer muchas cosas y lecciones a los militares, y para colmo, lo pasé muy bien. Gracias al Salinero, el Remendado y Malpartida, a los Osborne y a mi difunto padre que pagó una cuenta de taxis de órdago cuando fui licenciado. Pero me refería a los motes. El Salinero era nieto de un trabajador en las salinas de San Fernando, y seguía siendo el Salinero. El Remendado era biznieto de un tratante que vestía paños con remiendos; Malpartida era apellido. Y queda un cuarto taxista, «cincoduros», llamado así porque su abuelo ganó 300 pesetas de las de entresiglos, por una apuesta de venta antigua, de taberna pura. Que en posición de descanso, su miembro viril podía albergar sin agobio alguno cinco duros de plata de Alfonso XIII, cuyo diámetro era más que considerable. Y hoy, probablemente, en el Puerto habrá un nuevo Salinero que no ha estado en las salinas, un Remendado, un Malpartida y un «Cincoduros». Las dinastías formidables del pueblo andaluz. De esa guisa, dentro de muchos años, si en España la Justicia prevalece, en la zona de Andújar se comentará: «Ha salido de la cárcel Moechandón, el pobre, completamente calvo, mondo y lirondo, y qué quieres que te diga, que me alegro, porque armó lo que no estaba escrito, pero lo hizo por estercolado, acosado por el birojo y la del sobaco, y el pobre hombre no se supo dar respeto y claudicó». Eso, en Andalucía es sagrado. No saber darse respeto a uno mismo. Así que volvía una noche de la Feria de Jérez, tan maravillosamente glosada y rimada por don José María Pemán, y reparé en una bellísima mujer que se abrazaba a los troncos de los árboles para avanzar, prisionera de su monumental tajada. Y un feriante comentó a su paso: –Esa mujer no se tiene respeto–.
Le pasa lo mismo a «Moechandón». No se respeta. Vive en el País de Nunca Jamás. Para él, su sitio era Gerona, y entre unos y otros lo llevaron a presidir la Generalidad de Cataluña por sus ideas independentistas. No por su coraje independentista. Ha sido un cobarde acuciado por los que sabían que no se respetaba ni a él. Y lo va a pasar mal, como Forcadell, como el birojo, como la de los sobacos, como Trapero. Pero «Moechandón» se va a llevar la peor parte, y muy merecida por cierto. Y en unos años alguien de la Sierra Morena dirá: «Ha salido ‘‘Moechandón’’. Calvo, y muy descolorío».
Pero el mundo, y España, habrán seguido su rumbo o su desastre sin reparar en él.
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