Paloma Pedrero

Mujeres sin techo

La historia se repite. ¿Recuerdan ustedes a aquella mujer a la que que dos jóvenes sin alma quemaron en un cajero de La Caixa en Barcelona? Yo no la olvido. Se llamaba Rosario Endrinal, había trabajado durante años honradamente, tenía una hija. La vida la golpeó y cayó en la bebida. Perdió el amor propio y el ajeno. Acabó sin techo, durmiendo en un cajero para protegerse del frío y de la gente chunga. Se cerraba con cerrojo. Una noche dos adolescentes golpearon la puerta y le hicieron gestos de que querían sacar dinero. Ella se levantó de la manta y abrió. Uno se quedó fuera con un bidón de gasolina. El otro hizo que sacaba una tarjeta de crédito. Inesperadamente la golpeo, la insultó, la orinó y, finalmente, la rocío con gasolina. Encendió un mechero y la quemó viva. Rosario murió. Los chicos, hijos de familia bien, fueron juzgados y condenados. No sé dónde andarán ahora, aunque seguro que vivos y en las calles. No sé si se habrán arrepentido, espero que sí. En aquel momento también mataron a Rosario porque sí. Porque estaba sucia, parecía vieja y les daba asco. Además era mujer, que siempre parecen más fáciles de violentar. Toda la basura posible en unas cabecitas ignorantes. Pensamiento nazi que sigue resurgiendo por doquier. Horror. Lástima. Hace unos días ha vuelto a suceder con otra señora en Valencia. Esta vez el cajero era de Bankia. El frío intenso le había hecho refugiarse allí. También se levantó de la manta. También la apalearon, la escupieron, la vejaron... Porque sí. Hoy la he visto en la tele, lúcida, herida, aterida. Ha dicho: “Han soltado a los chicos y volverán para matarme. Ya lo verá usted”. Advertidos estamos.