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La Razón
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Hay un artículo que firmaba un señor llamado Manuel Morales do Val que nos define. No a todos, es verdad, define el poso que queda. Ese poso va calando, independientemente de la realidad, de la actualidad y de lo que aparece en los atestados de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Ese poso, ese retestín, esa inquietud en el fregadero. Manuel Morales do Val decía que «pocos medios informativos se atrevan a recordar que hay mujeres que se entregan voluntariamente a hombres violentos sabiendo que pueden matarlas». Y su argumentario, basado en uno de los últimos asesinatos de violencia de género, consiste en lo siguiente: «Un colombiano de veinte años, delincuente común, “chungo y malote”, según los vecinos, asesinó presuntamente a su culta, atractiva y sofisticada amante de cuarenta años, una profesora universitaria(...). Mujeres así se convierten voluntariamente en esclavas sexuales de posibles asesinos.(...) Los siguen suicidamente por el placer físico que les proporcionan. Desdeñan los consejos de los psicólogos que las atienden tras denunciar a sus parejas.(...) Porque esos hombres son buenos amantes que establecen una relación morbosa; por eso muchas reinciden buscando el éxtasis que demasiadas veces les trae la muerte. (...)Al culpar sólo al asesino, el feminismo más activo facilita la continuidad de esta cadena mortal. Debería advertir también que la mujer tiene que ser autorresponsable evitando machos violentos, por placenteros que sean: el maltratador es más peligroso cuanto mejor amante es». A este señor le han retirado su columna en su periódico y le han relegado a su blog. La verdad es que es una pena. Tanto favor no nos ha hecho nadie nunca. Tanto favor demostrando lo obvio: no es que sea machista. Es que no tiene ni puta idea de esto.