Paloma Pedrero

Nuestras costureras

Miles y miles de mujeres en India, Bangladesh, China o Indonesia se dejan los ojos y la vida confeccionando ropa para empresas multinacionales. Las condiciones y los jornales son miserables. Esa es la ropa que llega barata a nuestras tiendas y que nosotras compramos sin pensar en las maltratadas manos que la cosieron. Ahora ellas se han empezado a rebelar y nosotras a conocerlas. Trabajadoras textiles de Bangalore y otras activistas indias del estado de Tamil Nadu, donde se concentra la mayor parte de las fabricas, han creado un sindicato textil íntegramente femenino que está consiguiendo cada vez más adhesiones. La mayoría de estas mujeres dejaron sus hogares engañadas con falsas expectativas. Los empresarios se aprovechan de que la condición social de la mujer en la India es de completa sumisión y fidelidad al varón. Son más fáciles de explotar y muy pocas se atreven a denunciar las circunstancias en las que trabajan. Sin embargo, la situación infame, la falta de luz y ventilación, las graves enfermedades que generan los productos químicos , el maltrato físico y psicológico de los supervisores las ha llevado a la rebelión. Su sociedad siempre las ha tratado mal y, en general, los hombres las consideran indignas de confianza y libertad. Pero ahora la revolución en los talleres textiles de Asia ha comenzado a despertar y a tener efectos poderosos. De pronto las mujeres son sujetos políticos influyentes y están consiguiendo limitar los abusos y reforzar el papel de los sindicatos dentro de las fabricas. Hacer es poder.

El camino hacia la dignidad acaba de empezar. No van a ponérselo fácil, desde luego. Pero no están solas. Aquí ya nos ha llegado su grito. Y lo hemos escuchado.