Gobierno de España

Objetivo, «achicharrar» a Rajoy

La Razón
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El pueblo español ha sido víctima en innumerables momentos de la degradación y la maldición acarreadas por politicos desastrosos, corruptos, manipuladores y altamente dañinos. Probablemente en la inmensa mayoría de esos momentos habría resultado injusta la famosa frase de Churchill: «Los pueblos tienen los gobernantes que se merecen». Es posible que tampoco hoy los españoles nos merezcamos a una parte del actual elenco de políticos teniendo en cuenta que nuestro voto por segunda vez en pocos meses puede haber ido a parar directamente a la basura. La frase de pesadilla que al que más y al que menos le ronda la cabeza bien puede ser «cómo es posible que esto esté pasando».

Y sin embargo, la convocatoria de terceras elecciones –con independencia de que entrar en el debate sobre el detalle de la fecha es una broma de mal gusto con la que está cayendo– podría, visto lo visto traer bajo el brazo algún elemento no tan desastroso. Los ignorados electores tendrían una nueva oportunidad, la de sacudirse precisamente a quienes no se merecen, la prerrogativa de dar un inmisericorde golpe democrático de mano mandando a sus casas a quienes han venido anteponiendo el juego político y el tacticismo de partido a «las cosas de comer». Tras la investidura fallida de Rajoy consumada este viernes en una sesión parlamentaria propia de una obra e Ionesco, todavía se frotan los ojos observadores foráneos que no dan crédito a lo que está sucediendo, no tanto porque no haya bastado una suma de escaños que en condiciones normales habría sido suficiente como por el inédito hecho de que enfrente no hay más alternativa que la del «perro del hortelano».

Es ahora cuando toca distribuir con la correspondiente equidad la cuota de responsabilidades y huir de análisis torticeros como esa especie que cunde a propósito de la animadversión personal entre Sánchez y Rajoy señalada como primera causa de un bloqueo que supuestamente desaparecería con «otro candidato» popular. No nos engañemos ni nos hagamos trampas, «feeling» personal al margen, sólo uno dijo «no» a un Gobierno de coalición, sólo uno ha mantenido el NO con mayúsculas a negociar, sólo uno se ha negado a escuchar cualquier propuesta, sólo uno califica de «prescindible» una reunión con el otro. Sólo uno, así de simple, eso es todo.

Pero nada parece importar en pos de según qué estrategias. Ahora se trata de cobrarse la primera gran pieza en la figura del presidente en funciones ignorando a un electorado que no sólo no le castigó sino más bien todo lo contrario, qué le vamos a hacer.

Es ese electorado el que sigue teniendo en su mano gritar aún más alto, sea Navidad, Año Nuevo o Reyes lo que ya grito el «26-J». Tal vez consecuencia de ello diéramos con un Gobierno aunque tardío más sólido y duradero frente a otro víctima de permanente lapidación parlamentaria, sólo apoyado por 137 escaños, con un presidente objeto de cacería diaria y en una efímera legislatura. No hay mal que por bien no venga, al fin y al cabo el ridículo ya está hecho.