Alfonso Merlos

Oportuna y necesaria

Vamos a dejar a un lado la caricatura, la frivolidad. No estamos para hacer el memo. Ni el ministro del Interior pretende erigirse en un Clint Eastwood a la española, ni la nueva ley de Seguridad Ciudadana es un capricho del Partido Popular o una disposición arbitraria o innecesariamente discrecional. Al contrario. Estamos ante la oportunidad y la inevitabilidad de garantizar la libertad de todos. Y el trabajo aquí es siempre inacabado y perfectible.

Nadie debería dudarlo. O, desde luego, no aquellos que creen que el Estado debe permanentemente reforzar sus mecanismos para amparar nuestros derechos. Todos. El de reunión o el de manifestación o el que se tercie. Los derechos fundamentales y los que no lo son. Y en eso estamos. Porque no todo el campo es orégano. Porque a veces sí es posible ponerle puertas al campo. Pero, más importante: porque el espacio público no puede ser un terreno de juego en el que impera la ley de la jungla; o sea, el todo vale y el sálvese quien pueda.

Orden no significa autoritarismo. Regulación no significa represión. ¿Qué temen aquellos que contemplan la democracia como un espacio en el que no puede ser contenido lo salvaje, lo asilvestrado, lo incívico, lo antisocial? Ellos sabrán. Pero el hecho cierto es que los ciudadanos que sentimos el paraguas de la Constitución no tenemos ninguna necesidad de vapulear a un Gobierno que pretende combatir el Mal: frenar en seco a los delincuentes, atar en corto a los alborotadores profesionales.

Este país está, en definitiva, en un cruce de caminos: o nos emborrachamos con la propaganda barriobajera de Podemos o nos vestimos por los pies y hacemos las cosas serias que nos convienen y apremian. ¿Vamos a titubear?