Alfonso Merlos

Optimismo contenido

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A nadie le gusta ser dependiente. Como regla general. Necesitar el socorro, el respaldo y hasta el cordón umbilical de otro para mantener su pulso y su vigor, no digamos ya para subsistir. Pero ésa es la situación de España ahora mismo tras dos legislaturas de desgobierno socialista, y ésa, y no otra, es la causa de la visita del profesor Draghi.

Porque la función y la misión del gobernador del BCE es una y definitiva: tomar la lección, escuchar al alumno para comprobar si ha aprendido lo que debía. Y la prueba está superada. No está siendo fácil. No está saliendo gratis. El derroche en sudor y en sufrimiento está resultando visible y dolorosamente prolongado. Nada que ver con el derroche en juergas y bacanales varias de otros tiempos cercanos de irresponsabilidad. Pero estamos en el camino.

El mensaje debe movernos a la esperanza. El Gobierno de Rajoy se encontró un coche volcado en la cuneta tras varias vueltas de campana. Se consiguió sacar de allí, se reparó, se ha devuelto a la calzada en tiempo récord. Y ahora el pequeño problema que tenemos los españoles es que las políticas suicidas del PSOE nos dejaron marcados de heridas, contusiones varias y politraumatismos complejos. Y estamos intentando recuperarnos.

No hay otra. Cuando vayamos cogiendo la forma seremos capaces de pisar el acelerador con brío y con cabeza. Aún resta tiempo. Pero estamos en lo más duro. Podemos desmoralizarnos, enfadarnos con el nuevo conductor y dedicarnos a entorpecer su trabajo. Podemos incluso perder los nervios y zarandearle o agarrarle por las solapas. Nosotros veremos. Pero si creemos menos en la construcción que en la obstrucción, se repetirá la imagen de un vehículo volcado, al fondo de un terraplén, y con los ocupantes ya sin fuerzas ni para pedir el rescate.