Paloma Pedrero

Otra vez ella

Vuelvo a encontrarme con la chica que vive en la calle, en mi barrio. Estaba muy guapa con un jersey verde manzana, y sobria. En el banco, su Don Simón, pero es temprano todavía, me dice. Hemos hablado de pie. Ella, tan educada, siempre se levanta cuando nos vemos. Un día tengo que sentarme a su lado yo. ¿Por qué no lo hago? Me ha contado que siguen empeñados en retirarle la pensioncita ésa que tiene, que le piden encontrar cuarto para dormir y entrar en un programa de desintoxicación. Si no puedo, me explica, si no sé por donde empezar. La comprendo, por dónde empezar cuando uno lleva encima siempre la cama en la que dormirá esa noche.

Pero no duermo, me confiesa, tengo miedo. Ya me han dado más de un susto gordo. Anoche un chaval se quiso quedar debajo de mi techumbre y le dije que sí, que me hacía un favor. Bebo todo lo que puedo para no entrar en pánico, pero ni así.

Es ella una mujer bella por dentro y por fuera, no sé qué pudo pasarle. Cuando sonríe se ilumina. Y sonríe cuando me habla de la cantidad de gente buena que la ayuda. La encargada de esa cafetería cuando sale de trabajar viene a ver cómo estoy. Me trae algo calentito. Fíjate, con lo cansada que tiene que acabar. Hay otra señora que me deja dormir algunas horas en su casa, cuando se va su familia... Y además estoy contenta porque es viernes y a mí siempre me han encantado los viernes. La gente que ha sufrido ayuda mucho, ¿sabes? La miro impotente y le doy un abrazo tímido. Ella a modo de despedida me dice, ¿ves?