Martín Prieto

Otras cumbres iberoamericanas

Un secretario de la Organización de Estados Americanos, ya fallecido, llegó al cargo con una biografía de «bon vivant» y acreditada fama de alergia al trabajo propio y hasta al ajeno. Como era suelto de carácter me atreví a preguntarle cómo había logrado encumbrarse: «Mi querido amigo, para llegar a aquí no hay que hacer nada, absolutamente nada; pero eso sí: esa nada hay que hacerla magníficamente». Conocí a Enrique Iglesias cuando era ministro de Exteriores de la República Oriental de Uruguay y como sus obligaciones le dejaban tanto tiempo libre trabó una fructífera y larga amistad con el Rey y comenzó a urdir las Cumbres Iberoamericanas de las que ahora se jubila como secretario general. La Casa de Braganza huyendo a Brasil se dividió, pero al menos cruzó el Atlántico. Austrias y Borbones nunca visitaron las colonias hasta que Juan Carlos comenzó a viajar como Príncipe y Rey. He podido contemplar extrañado el espontáneo entusiasmo que despiertan los Reyes en aquellas repúblicas. Una destacada dama porteña le robó el abrigo a la Reina para guadarlo de fetiche, y en la pequeña Montevideo la interminable comitiva oficial la cerraban dos coches de bomberos. Las cumbres han servido para los contactos personales, la retórica, hasta la lírica, y las noticias de que el Rey mande callar al Cháves que se inventó el chavismo. Acertado en Panamá el presidente Rajoy hablando de economía, porque en las citas bianuales que sustanciarán las agendas habrá que hablar de dinero; de las inversiones en doble dirección, de garantías jurídicas ante populismos expropiadores, de un Tribunal Iberoamericano que dirima los conflictos entre estados y empresas, de las deudas que no se pagan desde hace veinte años y que no se sufragarán nunca. Habrá que hablar del narcotráfico o de la paz en Colombia. Y no habrán de olvidar las cumbres la persistencia de masivas y endémicas bolsas de pobreza originadas por burguesías criollas que ni supieron repartir ni entendieron el valor de las clases medias. Estuvieron bien las cumbres, pero ahora ha de venir otra cosa.