Alfonso Ussía
Palabras a Jaime
Me conoces y sabes bien que los políticos me aburren. Eres de los pocos con los que mantengo una vieja y profunda amistad. Te saco una chispa de otoño de ventaja, cuatro hojas de roble desvanecidas, que es poca cosa. Gracias a tu barba nublada en blancos he podido presumir de que soy más joven que tú. Tuviste un problema en la juventud, allá en San Sebastián. Hasta encontrar a tu bellísima y maravillosa Isabel, todas tus novias habían estado previamente enamoradas de mí.
Te lo recuerdo en un alarde de modestia y humildad. Cuando eras la cabeza visible de la heroica resistencia constitucional contra la barbarie terrorista en Guipúzcoa, cuando tu nuca era el objetivo principal de los hoy vencedores asesinos, Don Juan De Borbón quiso conocerte. Quería agradecerte personalmente tu valentía, tu riesgo diario y tu sacrificio. Almorzamos en un restaurante ya clausurado el Viejo Rey, su ayudante, el capitán de Fragata Francisco Fernández Núñez, tú y este escribidor. Impresionaste a Don Juan. A los postres te dijo que con diez como tú se arreglaba el problema vasco. Le respondiste que había, al menos cincuenta como tú, pero que de ellos, cuarenta ya habían sido asesinados.
Contigo en cabeza, el PP obtuvo los mejores resultados de su corta historia en las provincias vascongadas. Tenías un equipo de valientes, desde Gregorio Ordóñez a María San Gil. Fuiste un gran ministro del Interior, porque el principal problema, el terrorismo de la ETA, no tenía secretos para ti. Me vas a permitir que cuente tu único lapsus ministerial. Aquel resbalón lingüístico. Habían secuestrado un avión marroquí en el que viajaba un grupo de españoles. Eran las cuatro de la madrugada cuando tu colega magrebí te despertó para comunicarte que los secuestradores se habían entregado y que los turistas españoles estaban en perfectas condiciones. En la borrasca del sueño se lo agracediste. Quisiste decir «merci beaucoup, mon ami», y te salió «merci beaucoup, mon amour». Una semana más tarde, en un encuentro bilateral España-Marruecos, te sentabas frente a él. Te dominó el pudor y apenas lo mirabas, mientras él, cada vez que coincidían vuestras miradas, intentaba hacerte ojitos.
Has sido la referencia, el muro y el saco de los golpes del PP en el País Vasco. Tus advertencias se han cumplido a rajatabla. Aquel movimiento ciudadano arrollador que se adueñó de la sensibilidad de todos los españoles de bien después del crimen de Miguel Ángel Blanco, nació bajo tu impulso. Cuando José Antonio Ortega Lara resistió en su cámara de horror más días de los que lleva disfrutando en libertad el hijoputa de su secuestrador Bolinaga, éste declaró que se sentía orgulloso de pertenecer a un partido que no había negociado su libertad a cambio de la dignidad del Estado. Y después centraste tu sabiduría política y parlamentaria en Europa.
Has anunciado que no te vas a presentar como cabeza de lista en las próximas elecciones europeas. Que le has explicado tus motivos al Presidente del Gobierno y del PP Mariano Rajoy, y que éste ha aceptado la explicación y el motivo. También que no vas a abandonar a tu partido, por el que te has jugado en tantas ocasiones la vida, decisión que te honra, por cuanto tu partido no te ha devuelto ni la cuarta parte de los talentos que tú has puesto a su disposición. Desde los viejos tiempos de la UCD, has sido el hombre público que jamás se ha desviado en su política antiterrorista. Pero las cosas han cambiado mucho, y a peor. Los que te querían matar y asesinaron a mil inocentes, hoy están en las Instituciones democráticas. Necesitas paz para reencontrar el sitio que ocuparás para bien de España. Te agradezco públicamente tu honestidad y tu valiente trayectoria. Agradezco tu coherencia. Te pido perdón por lo de las novias y te envío desde mi página en «La Razón» el mayor –como tu apellido–, de los abrazos. Donostiarra y español ejemplar.
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