Alfonso Ussía

Palabras de Rey

La Razón
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El discurso del Rey Felipe VI dio la vuelta a la situación. Me llegaron centenares de mensajes de mis amigos catalanes. «Ahora nos sentimos amparados». Un necio comentarista opinó que el discurso se lo había escrito Rajoy. Necio e ignorante. No se vislumbró ni una idea de Rajoy en la alocución del Rey. Fue el Rey el que habló, y muy bien, con valentía, con arrojo, con seriedad y con educada indignación. Cuando, refiriéndose a los traidores de la Generalidad dijo que «han quebrantado los principios democráticos,y han menospreciado los afectos que han unido y unirán al conjunto de los españoles», el subidón de esperanza de los españoles libres y demócratas alcanzó la punta del termómetro. Y al recordar que «es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional», se le puso expresión de Rey Juan Carlos y el termómetro estalló. El necio que atribuía a Rajoy la redacción del discurso ignora que las palabras del Rey, sólo son del Rey. En la expresión adusta y serena de Felipe VI se interpretaba la consternación del español de a pie. Un Rey siempre está obligado a demostrar su buena educación, pero en algunos tramos de su discurso intuí que en el fondo, lo que nos quería decir a los españoles es que estaba hasta los huevos de los separatistas, los golpistas, los indolentes, los tibios, los mentirosos, los vagos, los cobardes, los colaboradores en la sedición, y los camuflados en su indignidad.

Otra prueba del valor del discurso del Rey. Lo han criticado Turull, Garzón,un tal Durban, Montero, su ex novio Iglesias... la escoria. Y en el PSOE se ha echado de menos la voz «diálogo». ¿Qué pamplinas de diálogo? ¿Cómo se puede dialogar con los que quebrantan la ley violentamente? El único diálogo posible, cenutrio Sánchez, es el restablecimiento del orden constitucional usando todos los medios legales de los que el Estado dispone, que hasta la fecha más que usarlos los ha acariciado en beneficio de los golpistas, parte de la culpa es suya por su cobarde deslealtad. «No estáis solos», terminó recordándoles a los millones de catalanes que se han sentido solos y abandonados por el Gobierno indolente y acosados por los nazis separatistas durante los últimos años. El Rey no estuvo bien. Estuvo inmenso, y ya tiene, como su padre, la referencia de su grandeza en la síntesis de unas palabras pronunciadas en la crisis más grave de nuestra democracia.

Me sorprendió la desenvoltura del Rey en la dureza. No era día para los paños calientes y las sonrisas forzadas. Las extraordinarias palabras del Rey dieron la vuelta a la tortilla. Eso es un Rey, y eso tiene que ser un Rey. La «auctoritas». Se lleva en la sangre de siglos, pero hay que ganársela. Durante el discurso del Rey, la estrella del triángulo cubano que invade la limpieza de las señeras perdió más de una punta, y el morado terrible de la tricolor republicana dulcificó su tono hasta un lila desteñido. Los que reclamaban las palabras del Rey – yo el primero-, nos sentimos profundamente felices y reconocidos. Ahora, en la peor crisis democrática de nuestra Historia, sabemos que contamos con un Rey que no está dispuesto a permitir que España se rompa y que las leyes sean pisoteadas. No deben olvidar los golpistas y su ejército de chusmas y pijerío, que el Rey es también el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, y que todos los soldados de España, de tierra, de mar y de aire, están del lado de su Rey. No es advertencia, sino recuerdo para ayudar a la meditación.

Hasta el martes, diez mil heroicos guardias civiles y agentes del Cuerpo Nacional de Policía, vejados y humillados por la mugre, defendieron en Cataluña la legalidad. Hoy, al frente de ellos está el Rey. Y detrás, millones de españoles convencidos. Falta por convencer a los miembros del Gobierno, y al chisgarabís del diálogo. Somos muchos más los que defendemos la unidad de España con la ley en la mano. ¡Viva España y viva el Rey! Y al que le joda, que se rasque.