Restringido

Pensamiento asimétrico

La Razón
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Lo propio de la política es el pensamiento asimétrico. Lo que se le atribuye o se le exige a un partido, se le niega a su oponente y viceversa. Es lo que tiene el oportunismo de los criterios ad hoc, de aquello que sólo vale para una situación pero no para otra, aunque ésta última sea aparentemente igual. Y por eso entender a los políticos profesionales es tan complicado, especialmente para personas de espíritu cartesiano, como es mi caso.

En estos días lo estamos viendo a todas horas, sobre todo al contemplar el espectáculo de la formación de un gobierno cuyo parto es tan incierto. Rajoy, dice el PSOE, no se merece ni hablar con él; menos aún que se le otorgue el beneficio de la duda. Tal vez tengan razón, pero lo que sorprende es que, inmediatamente, se le reclame el apoyo por parte de quienes se lo niegan. Al portavoz socialista le he oído decir que lo de su partido es grandeza porque quieren hacer unas reformas; pero a continuación despotrica contra la mezquindad popular por pretender lo mismo, aunque tal vez la palabreja de marras tenga un significado diferente para uno y otro partidos. Claro que hay que comprender que el citado vocero habla en nombre de una mayoría progresista en la que se engloba, además de a la izquierda, a toda la caterva reaccionaria del secesionismo. Si el renegado Kautsky levantara la cabeza tendría la impresión de que la cortedad conceptual del nacionalismo ha acabado contagiando a los herederos del «Programa de Erfurt».

La asimetría se ha manifestado claramente esta semana con ocasión del asunto de las tarjetas black. En él están todos involucrados: los partidos mayoritarios y minoritarios, los sindicatos, las patronales y una amplia colección de correveidiles supuestamente independientes que asesoraban por casualidad. Y sin embargo las culpas se echan sobre la derecha política mientras que a los demás ni se les menciona.

No es que a mí me preocupe demasiado la derecha, pero a Don José, mi tío, le ocurre lo contrario. Cuando comentamos el tema, me dice que eso del pensamiento asimétrico es más común de lo que parece. Para ejemplificarlo saca de la memoria su dilatada experiencia rural. Los agricultores, me cuenta, cuando les asalta algún problema porque ha llovido mucho o poco, porque las heladas se han retrasado o adelantado y porque el gasóleo, las semillas y los fertilizantes están por las nubes, siempre dicen lo mismo. Y añade imitando el acento de la llanada alavesa: «La solussión, subvenssión. Si no hay subvenssión, no hay solussión». O sea, aclara, lo que siempre se reclama es que sea otro el que cargue con las culpas. Y no sin retintín, sentencia que eso es tan viejo como la humanidad, aunque ahora los intelectuales como tú –lo dice por mí– lo revistáis de modernidad hablando de asimetría para escribir columnas en los periódicos. Me quedo un poco chafado por este último comentario, aunque pasados los días pienso que mis lectores merecen conocerlo.